martes, 25 de diciembre de 2012

Ahora que está tan lejos el olvido...


ni recorto el crucigrama,
ni me mato si te vas.


Ahora que todo ha acabado, puedo decir que tal vez hubiésemos sido mejores por carta.

Ahora, que ya no tenemos de qué hablar, debería contarte que tal vez no supe esperar(te) sin bailar quieta en mi sitio, de nervios o alegría. Ahora que abandono el juego, espero que entiendas que una retirada a tiempo es una victoria, y un abandono la mayor representación de un adiós. Espero, por fin, que por las noches cierres el balcón y no vuelvas a buscarme cuando las puntas de tus zapatos miren hacia mi casa.
Ahora, prometo no ponerme en tu camino, no cruzar la calle, ni volver la vista atrás. 

Prometo, de verdad, ser(te) eternamente ajena.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

De lo que nunca debió ser escrito.


Viernes 14.

Qué guapa estoy cuando te entra el miedo a quedarte solo y cuando quieres alguien que te caliente la cama.

Si no hubiese sido tuya, idealizarías cada uno de nuestros momentos juntos y pensarías en mí como quien piensa en la puta de lujo que le acompaña en sus mejores sueños. Si yo no hubiera sido fácil, tú seguirías arrastrándote hacia mí, pensando en quién podría hacerte el amor como hace tiempo que no ves.

Y no te duele. 
Aunque sabes que es tu momento y tu inutilidad hará que pase. Sabes de lo que hablo cuando giro la esquina cada dos fines de semana y paso de largo sin mirar ahí donde me senté la primera vez que hablamos por teléfono y me preguntaste qué tal, y donde planeamos un futuro que ya no quiero, donde me dijiste que vendrías y nunca más te vi. 

Porque un día una aprende que los besos no son contratos y que lo verbal e implícito no tiene cabida en ti. Que ya no es por ti.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

martes, 4 de diciembre de 2012

Desintonxicación II.

Día 34, lunes.

Tuve un amago de recaída. Apareciste. ¿Y cómo decirte que no? Volví a pensar en ese niño muy muy muy muy muy pequeñito, al que su padre llevaba en el bolsillo de la camisa, asomando solo los ojos y el pelo. Volví a pensar en noches y sábanas y cosas escritas en las manos y en primeras páginas y en ojos de gata y en inviernos y primeras veces y primeros abrazos, y primeros adioses también. Después de la primavera llegó el invierno y creo que en mi casa nunca se fue, ya volverá a ser de día, no sé.
Tuve un amago de recaída, sí. Quedó en el susto.

Día 35, martes.
No lo entendiste.
Creo que se va a hacer de día en mi cama.
 
 
Creo que esto a mí ya me ha pasado...
http://lamitaddeunsegundo.blogspot.com.es/2012/07/sentirlo-mucho-o-de-como-no-sentirlo.html

 

martes, 27 de noviembre de 2012

Llevarme puesta o de por qué no hay que regalar libros.

No regales libros. No me regales libros jamás, ni por amor, ni mucho menos sin amor. No regales libros por Navidad, por cumpleaños, por compromiso, por gusto ni por San Jorge. Regala flores. Regálame flores, sólo me harán acordarme de ti unas horas. Cuando regalas un libro, te están leyendo a ti. Eres tú el que duerme en la mesilla, a los pies de la cama, olvidado en una estantería u oculto y polvoriento en una despensa o en un trastero. Cuando regalas un libro, mereces que doblen las esquinas de esa imagen de ti que es el libro, que te doblen a ti y que marquen el pliegue con la uña como un día repasaban con mimo tus facciones. Cuando cometes una imprudencia así, mereces que olviden en un banco o en un bar o en un aeropuerto ese apéndice de tu cuerpo del que decides desprenderte. Cuando estás dispuesto a que te odien en cada página cuando sólo quieran olvidarse de ti, mereces ir en el mismo bolso que la botella de agua mal cerrada el día que tenga que correr para coger el bus y morir ahogado, tú, o tu libro, rodeado de mis cosas.

No regales, no me regales libros, porque será como tenerte eternamente en la estantería, o en la mesilla, o como verte en cada biblioteca. Como leerte en cada página.

No me regales camisetas, porque será como llevarte puesto.

No vuelvas a llevarme puesta, por favor.


lunes, 26 de noviembre de 2012

Desintoxicación bis

Mi último amor duró una noche.
¡Fuimos tan felices!
¡Nos quisimos tanto!

Día  1 bis,  sábado
No dormiré con pendientes. No negaré la evidencia. No preguntaré. No elegiré el lado de dentro de la cama. No elegiré ninguno. No seré una buena invitada. No me desabrochará(s) el vestido. No serás indiferente. No me quedaré a dormir.

Si me lo pides me quedo contigo toda la vida...
(ni siquiera intercambiamos teléfonos)




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Tengo la casa llena de hombres, Vicky de Sus

domingo, 25 de noviembre de 2012

Desintoxicación.

Día 1, viernes.

Y yo a quién le voy a llorar ahora y a quién le voy a suplicar que me cuente cositas y con quién me reiré de cosas absurdas que les pasan a los demás y a quién le susurraré que me haga el amor y quién me necesitará para dormir y quién querrá irse pronto y quién se quejará del frío y quién me echará la bronca por haberlo dejado y de quién dudaré y a quién intentaré contentar y a quién (no) traicionaré y por quién pensaré las cosas dos veces y a quién morderé la oreja y estiraré del pelo y pediré más y miraré beber café y a quién obviaré esperando y a quién buscaré y evitaré y a quién...

viernes, 2 de noviembre de 2012

helena (así, con minúscula)

DEMETRIO.- ¿Acaso te seduzco o te halago? ¿No te he dicho más bien la pura verdad: que no te amo ni te puedo amar?
HELENA.- Pues hasta por eso te amo más. Soy tu perro, y cuanto más me pegues, Demetrio, más te acariciaré. Trátame sólo como a tu perro; recházame, golpéame, olvídame, piérdeme; pero por indigna que sea, permíteme siquiera que te siga. ¿Qué peor sitio puedo pedir en tu amor, aun siendo para mí un puesto de honor, que el de ser tratada como tratas a tu perro?
Sueño una noche de verano, acto II, escena I. Shakespeare

Voy a ser una Helena maravillosa. Ya veréis. Tengo 362 días de experiencia (de la mala). 
Pero, oye, que de todo se aprende.

helena.
(no, oc, julia)

miércoles, 31 de octubre de 2012

De mañana.

No me acostumbro a salir y que sea de noche y que no haya un sintecho en el banco de la izquierda. 

Esta mañana estaba nublado y como Goytisolo me acuerdo de un día luminoso, de sangre, de agujas, de cosas con forma de corazón de las que ya no hay.


Mañana no madrugo. Y cuando desayune, todavía en pijama, con el balcón un poco abierto, pensaré en balcones y terrazas y lluvia, y en café caliente.


No me acostumbro, y los días tienen más horas. Y me da miedo despertarme en mitad de la noche por el dolor del lado derecho contra la almohada, que habla por ti, y es(tá) cada vez más oscuro.


Y hace mucho que llevaba las uñas pintadas de rojo, hasta con timidez, pero no los labios. Y pienso que algo ha salido mal, o peor, si es que se puede. 


Me voy a poner los calcetines altos, si es que los encuentro, porque a veces desaparecen; y Lola y Mila van a volver pronto a mi cama de edredón blanco que no abriga demasiado, pero que huele a limpio, a neutro.


Pienso en mañana, en que ojalá sea Helena, que ya lo soy en mi casa y en privado, detrás de las cámaras.
Eso sí sería de actriz traidora.



jul

lunes, 29 de octubre de 2012

Todos los finales son iguales.

No me gustan los finales. No me gusta ir dejando cosas atrás. Prefiero mil veces que todo muera lentamente en el olvido a ponerle un punto y final. Recordar la fecha exacta en la que algo se acabó y que esa fecha se repita puntualmente cada 365 días es un obstáculo que no estoy dispuesta a pasar. ¿Cuánto puede durar la angustia por que vuelva a ser mañana? ¿Durante cuántos años creerás haberlo olvidado hasta que vuelva a aparecer en forma de lunes, o martes, o de cualquier otro día?
Y es que ya lo dicen. Todos los finales son iguales. (...) Y cuando algo acaba... por ejemplo, el amor... acaba igual para los reyes que para un simple peón.
Los finales tienen un matiz trágico, siempre trágico, que los coloca en la categoría de tales. Si algo no estalla, si no hay conflicto, si no hay algo que se rompe... tal vez no se trate de un final. 
Por eso, cuando algo acaba por su propio pie, sin hacer ruido, sin platos rotos ni gritos, cuando algo tiene un final que no parece tal, cuando queda suspendido en el limbo de lo inacabado... Nos parece una bonita manera de dejar atrás las cosas. Como... un final edulcorado o un intermedio. Como una pequeña pausa o un "te llamo mañana".

Y al mismo tiempo, en mi casa... el aire olía a gastado... a crónico... a insoportable.

jul

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Panic, Alfonso Vallejo

jueves, 18 de octubre de 2012

El día que me corté la rasta.

Es como el final de una película, de una película triste y estúpida. Es ese momento en el que alguien ha hecho algo, ha tomado una decisión, la llevado a cabo una serie de actos que lo han cambiado todo y... ya no hay nada. En la escena saldría una chica (porque yo soy una chica) un poco de perfil (desde la izquierda, por favor, que es el lado bueno) y el sol le daría en la cara. Caería alguna lagrimilla, de las que brillan en las pelis y tal, pero no tendría la cara roja de llorar. Sonreiría. Y cuando alguien le preguntase "Y ahora... ¿Qué vas a hacer?" queriendo preguntar en realidad "Y ahora que te has separado/se ha muerto/estás sola/se ha ido/TODO HA ACABADO y tú estás jodida pero calmada porque ya ha pasado la tormenta... ¿Qué vas a hacer?" ella contestaría "...No lo sé" y sonreiría, le caería una lágrima de esas que brillan y seguiría caminando bajo un cielo muy azul. Y fin. Nos iremos a casa pensando que ha pasado lo peor, que ya está todo en orden, que solo le queda... Nada, no le queda nada, construirse otra vida, que se dice pronto. Pero, eh, que la cara no se le pone roja cuando llora, sus lágrimas brillan al sol y todo parece fantástico y optimista. Pero la justificaríamos, claro. Porque no podía vivir así, no era justo, se tenía que acabar, fue en defensa propia... Lo que sea. Tenía que romper con eso. Tenía que hacerlo. Le sobran los motivos.
Es como... Hacerte la cera tú misma. Duele. Es necesario. Rompes con algo que forma parte de ti. En ese caso, pelos.
En mi caso, una rasta.
Se acabó. Porque hay cosas con las que hay que cortar. Y evolucionar, y esas cosas. Como con las rastas.
¿Y ahora qué hago yo sin mi rasta?

lunes, 8 de octubre de 2012

El día de P.

M. perdió a su marido. Cuando L. dio a luz, M. no pudo felicitarle porque estaba triste: acababa de perder a su marido.
En realidad, no era su marido. No llegaron a casarse. De hecho, cuando P. murió ya ni siquiera eran pareja. Pero para M., P. era, había sido su marido. Sus hijas habían sido también hijas de ella sin serlo; la casa de Boltaña era, más allá de lo que dijesen las escrituras, de los dos; las vacas que habían cuidado juntos durante tantos años se quedaban ahora huérfanas por partida doble.
P. estaba enfermo y M. prefirió no decir nada. L. no lo sabía ni supo qué decirle cuando se enteró. M. se excusó: "me enteré, pero no pude llamarte. Estaba triste." y a L. le pareció suficiente, más que suficiente, y pensó en ello antes de echarse a llorar cuando se rompió la cremallera de la bolsa de los pañales al intentar cerrarla estando demasiado llena.

Me acuerdo de camisetas a rayas y pendientes de perla y calefacciones que se encienden por primera vez, pero pienso en P., en el que era P. en realidad y, joder, cómo estar triste por algo que no sea eso.

He dicho.

martes, 2 de octubre de 2012

Que estoy malita.

No quiero ni imaginar en quién piensas antes de quedarte dormido porque estoy segura de que pensamos en lo mismo, en la misma. 

Duermo sin sábanas cuando las moradas están sucias porque las rojas me recuerdan a primeras veces, a invierno, a libros que ahora viven en la despensa, a la única vela que hay en esta casa. 

Duermo sin sábanas, y de madrugada el colchón desnudo me despierta y no me dice nada, evita mirarme a los ojos y, frío, me acoge en una esquina. Esta vez sin manos, ni piernas, ni espaldas bonitas.

Que ya no hay versos, ni prosa, y quién sabe si la hubo alguna vez. No había nombres propios.

Que ya no voy en bus, voy en tranvía. Es mucho más impersonal, quiero anonimato. Que hoy tengo la cabeza, el corazón, en otra parte. Que el tiempo no pasa por mí.

Que por no querer, ya ni con las rodillas. Y mira que son una parte importante de querer.

Que por no querer, ni hablo.


Que estoy malita. No me hagáis caso.


julia

sábado, 22 de septiembre de 2012

De como no escribir en un blog.

Si hay algo injusto en la vida, es el amor no correspondido. Lo siento, permitidme ser muy muy frívola esta noche, lo merezco.
Si hay algo que de verdad, de verdad odio, es la falta de equidad. Y no se puede luchar ¿o sí? contra ella. No hablo de una equidad global, de justicia kármica ni de que se acabe el hambre en el mundo, de los recursos mal repartidos, de gente que vive con un euro al día ni de las personas que nacen con dientes perfectos en una familia estructurada que se regala bufandas tejidas a mano por navidad. Hablo de esa que nos toca tan de cerca, de la falta de correspondencia. De querer, o no, a quien te quiere, por ejemplo. Juegues en el lado que juegues. 

Tengo un gato en el regazo que me recuerda que aun hay cosas que están bien. A veces sube, camina por el teclado y frota su naricita rosa contra la ya muy sucia pantalla de mi portátil.
Tuve un amago de recaída. Quedó en el susto. Una corriente de aire cerró de golpe la puerta de enero y el estruendo fue tal que creo que todavía estoy asustada.

Septiembre es el mes de las fechas, los aniversarios, los inicios y los finales. Que se acabe. Que se acabe ya.

martes, 18 de septiembre de 2012

El día.

Volvió a ser el día, y como las reses van al matadero se levantó de la cama. Entre el sueño y la vigilia recorrió el pasillo fijándose en lo holgado que le quedaba el pijama negro reflejado en el espejo del recibidor. La taza de flores hacía juego con sus uñas y pensó en que, un día, hubo alguien que le regaló flores. Volvía a ser el día, llevaba tres minutos observando el café, cuatro cucharadas de azúcar, y parecía que no se iba a acabar nunca. Edulcorante, por favor. Que me anestesien un poco la vida. Solo hoy, por favor, lo prometo. Se fijó en el color del café. Era bonito. Oscuro, muy oscuro, sin ser negro. Le gustaban los dibujos, las ondas que iba haciendo la leche cuando se mezclaban; le gustaba la taza de flores como las que un día le regalaron.

Mientras, muchos kilómetros al sur, alguien pasa de puntillas por el día D sin saber que es el día, sonríe, agradece y celebra un poco más que cualquier otro, con cualquier otra. Probablemente conduzca, cante con la radio puesta, golpee el volante con las manos en los semáforos al ritmo de la música, lleve la ventanilla bajada. Probablemente se haya tomado el café sin azúcar, sin pensar, con prisa, para apurar el cigarro en la puerta de cualquier institución pública. Escribirá sin pensar la fecha en la parte superior derecha de la hoja en blanco de un cuaderno que apura su segunda vida y el día D pasará ahí abajo como un día cualquiera, sin billetes de bus, ni sorpresas, ni llamadas, ni azúcar en el café, ni flores.

Y mañana... Mañana sí que será un día duro.
julia

domingo, 2 de septiembre de 2012

Sentirse Beatriz o de mi segundo amor platónico.



No tenía rastas, ni guitarra, pero sí un acento que me ponía los pelos de punta, o más bien un deje madrileño que lo hacía sonar todo diferente. Yo tampoco tenía ya mi recta melena negra: ahora era yo la de las rastas, las camisetas rasgadas y las ideas menos claras de lo que creía. Me enamoró con sus historias de un país no tan lejano, de un aquí y ahora, con una mirada de complicidad desde su juventud tardía, desde una distancia prudencial hacia lo desconocido, desde un rincón de Cádiz que pensé que le pertenecería a aquél que nunca llegó a ser. Me hizo sentir Beatriz sin saberlo, sin querer. Me enamoró desde la primera, la segunda, la tercera y la cuarta, las puntas, desde detrás de una barra y desde el asiento del conductor de un coche muy muy sucio, como las tablas, mis sábanas, la alfombra.
Me miraba desde la altura, las zapatillas de deporte, luego las puntas, luego descalza. Los pantalones estrechos, las camisetas cortas, el pelo cogido con un pañuelo. Probablemente el pelo más bonito que hayan visto nunca las calles de Madrid, de Londres y de ahí donde ella habite. Me miraba con confianza, con años de ventaja, con la conciencia tranquila y con un otro deje de amor por su parte, más por la mía, con la tranquilidad de quien crea algo y con la inquietud de ¿tal vez? estar yendo demasiado lejos, de quien enseña, de quien no llama, ¿para qué? tampoco le echo tanto de menos.
No tenía una sonrisa enorme, ni deslumbraba, ni irradiaba, ni te daba vida con solo mirarte. Pero sí la experiencia de quien sabe hacer, de quien cuida y de quien abraza sin tocarte. Fluía. A nivel suelo, tierra, aire, como ninguno de los demás supimos hacer. Moldeaba y te dejaba hacer, buscaba la trampa, la salida, el camino fácil.
Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado hasta el calorcito del sol quema y aprende que lo bonito es fácil, o que lo fácil es bonito. Que la preferencia por lo difícil no es más que un resto del amor adolescente o de la pertenencia infantil o de un sueño condenado al fracaso, que no gusta, sino cansa, abruma, pervierte y ahoga. Que, al final, ¿para qué?




Aquel tipo me gustaba. Habría podido acostarme con él y entonces probablemente no habría existido Cat, y quien sabe, quizá hubiera terminado por convertirme en una chica como tantas otras, femenina y heterosexual. (...) Su insistencia, su sentido del humor, su amabilidad habían conseguido conmoverme. Yo puedo amar a hombres y mujeres, no distingo entre sexos. Los niños van de azul, las niñas de rosa. Rosa es el color de los afectos, azul el de los uniformes de trabajo. Monos de mecánico, trajes de azafata. Azul. Corbatas de ejecutivo, bolígrafos para hacer cuentas. Rosa. Cubiertas de novela romántica y cajas de bombones. Los hombres son racionales y las mujeres sentimentales. Se nace persona. Dos días después te perforan las orejas. Te ponen unos patucos rosas. Ya eres una niña. Vas a un colegio de niñas. Te visten con falda y coletitas. Cumples catorce. Tu primer pintalabios. Ya eres una mujer. Cumples quince. Zapatos de tacón. Te sonrojas ante los chicos en la parada del autobús. No corres los cien metros. No escuchas heavy metal. Ya eres una cretina. (...)
Cada delicado detalle de mi cuerpo puede ser interpretado o reinterpretado, según quiera ser mujer o persona. Mi vagina puede ser la puerta del placer o de la vida. Mis pechos, fuente de leche o puntos eróticos. Mi ombligo perforado puede ser un reclamo o la señal de una conexión futura entre mi vida y la de otro que dependerá de mí. Mi cuerpo, con un feto dentro, ¿estará pleno de vida o simplemente invadido, deformado y destruido? 
Beatriz y los cuerpos celestes, Lucía Etxebarría 


julia

miércoles, 25 de julio de 2012

Duele.

No aprendo a guardar ibuprofeno en el cajón de la mesilla, pero guardo una linterna por si por primera vez en 10 meses empiezo a temer al monstruo que vive debajo de mi cama, por eso interrogo a mis virtudes cada madrugada, cuando me debato entre el sueño y la cama, el vaso de agua, el balcón, yendo descalza, y el murmullo de mis vecinos cuando vuelven de fiesta.
Por eso, porque hoy Zaragoza me ha vomitado encima pero no tengo a dónde ir, ni ropa limpia que ponerme, ni una ducha que arrastre por el desagüe todo lo que llevo encima. Porque se iría un montón de agua negra como cuando me teñía el pelo y hace muchos, muchos meses que dejé de hacerlo.

lunes, 9 de julio de 2012

Carrie

-...Por eso he venido a decirte cuanto lo siento. Siento muchisimo lo que hice, estuvo mal y lo siento.
-¿Has terminado?
-Si, gracias por escuchar.
-Espera. Yo también lo siento. Siento lo que ha pasado. Siento que se fuera a París y se enamorara de mi. Siento que llegaramos a casarnos. Siento que me engañara contigo y siento haber fingido durante tanto tiempo que no tenía ni idea. Siento haberte encontrado en mi casa y que me cayera por las escaleras. Y siento muchísimo que tras dolorosas intervenciones este diente siga teniendo distinto color que éste. Y para terminar, siento que hayas tenido la necesidad de venir a hablar conmigo. Ahora no solo has arruinado mi matrimonio, sino también la comida. Eso era lo que te quería decir.
Sexo en Nueva York (temporada 3-capítulo 17)

En otoño ya será distinto.

julia.

martes, 3 de julio de 2012

Estático.


La ventana está abierta y la cortina sigue quieta. La cortina, ligera como una pluma, está quieta. Lo observa con la cabeza apoyada en la almohada llena de rimmel y sudor. Con los pies tira la sábana al suelo y la cortina sigue quieta. La luz apagada, la puerta abierta y la cortina, quieta. Lo más leve, lo más ligero, lo más ingrávido, sigue quieto. Al parpadear una pestaña se desprende y vuelva por la habitación, pero la cortina sigue quieta. ¿Cómo va a moverse nada si ni siquiera algo tan ligero se mueve?


julia

sábado, 23 de junio de 2012

Estas ganas de nada, menos de ti, o el verano de 2012

Se acaba algo y te deja a medias, con ganas de más. Se acaba y te deja vacía, incompleta, flotante. Demostrándote que las cosas pasan y ya está, y que pase lo que pase tú te vas a quedar igual: quieta, expectante, desilusionada. Las cosas llegan, pasan y se acaban. ¿Y después? Después nada. Después el verano.
Acaba el curso, el primero de universidad, y ¿qué te queda? A mi un montón de apuntes, libros, notas. Carpetas desparramadas por toda la casa, unos cuantos conocimientos valiosos, mucho que eliminar de mi cabeza para hacer espacio para más y un protoviaje a Soria.
Tampoco está mal, ¿no? Finales más trágicos se habrán visto.
Se acaba el curso. Ya se ha acabado, de hecho. Y por primera vez en mucho mucho tiempo (igual 18 años y medio) tengo un montón de planes. Relativamente sólidos, relativamente factibles. Un verano en el que apenas tendré tiempo para estar en el pueblo (filólogos, os acordáis de lo que decía Beltrán sobre el idilio moderno? No puedo estar más de acuerdo. Y si vosotros no renegáis del pueblo y de parecerse a los padres, a los abuelos y a los fundadores de la nación en última instancia, es que no habéis pisado mi pueblo), ahí donde ves Sexo en Nueva York mientras agonizas de calor en el sofá y te comes los cruasanes de tres en tres. Eso me llena de alegría.
Este verano me voy a Soria, haré el curso de monitor de tiempo libre en Zaragoza, me iré a la montaña con unas personitas maravillosas y veré al niño de la hipoteca, playearé en Cartagena y en Tarragona, iré al Arenal Sound e intentaré sobrevivir, haré un curso de teatro en Cádiz y probablemente estudiaré ILHENT por obra y gracia del señor profesor.
Tengo el verano más lleno que jamás se haya visto y soy la persona más vacía que hayáis podido ver, también. ¿Sabéis los ricos alienados de las películas? Si, esos que hacen millones de cosas y al final solo encuentran la felicidad cuando encuentran el amor en un retiro espiritual... Pues yo soy como esos. Pero sin el dinero, ni los hamptons, ni los zapatos caros, ni los jets privados.
Y es que no tengo ganas de nada, menos de ti. O en todo caso, mis ganas son muy leves.
Pero ya es verano. Ya es día 23 de junio. Ya he piscineado y ya tengo la marca del bikini.
Ahora, que yo soy más de invierno.

julia

domingo, 17 de junio de 2012

Cosas maravillosas.

Julia Child.
La cocina francesa.
Los collares de perlas.
Las faldas de tubo.
Los chicos que te miran en la biblioteca.
Los chicos que te guardan sitio en la biblioteca.
El turismo por las bibliotecas.
El queso.
Los abrazos.
Abrazar a quien te abraza.
Dormir con quien te abraza.
Miguel Delibes.
Los filólogos.
La filología.
Dejar de llorar.
Los gatos.
París.
La fachada de la Seo de Zaragoza.
Mi lista perroflauta de Spotify.
El señor de reprografía de FYL.
Los papás y las mamás que quieren tener un blog.
La ley innata.
El río.
La vida de los otros, Vacaciones en Roma y Casablanca.
Gala González y su blog.
Los vestidos de Mango.
Las muestras gratuitas de perfume.
Las rastas.
Las pecas en la punta de la nariz.
Las perforaciones.
Que alguien te espere en la estación.
Bodas de sangre.
Los gatos (otra vez). 
Los añadidos a las entradas del blog.
Las dilataciones en las orejas.
Los chicos con dilataciones.
Los chicles de fresa.
Vacaciones en Roma.
Vacaciones en Roma.
Vacaciones en Roma.
Los gatos (otra vez).



miércoles, 6 de junio de 2012

c'est fini!

Hoy Jasimón se ha despedido de nosotros y a mi me ha dado una pena loca, de la de torcer el morro y arrugar los dedos de los pies. Hoy es el último día de clase y Jasimón se ha encargado de recordárnoslo como no lo hizo Beltrán ni la de latín ni lo hará el pardo de ILHENT. Jasimón nos ha pedido perdón y nos ha dicho que se lo ha pasado muy bien. Ha sido un poco como en el cole: yo también voy a echar de menos a Jasimón. Echaré de menos las interminables tardes en la primera fila del aula 502 de interfacultades con Helena, Yaiza, Bea y Alicia. Echaré de menos a Jasimón porque a Pherpa y a Fucking Poet ya los estoy echando de menos. Echaré de menos FYL, los miércoles y el grupo de teatro. Echaré de menos pasear por Zaragoza y hacer turismo por las bibliotecas, pero eso ya es otra historia y ya lo echo de menos. Y habrá que ir dejándolo. Echaré de menos a la parda que se va a vivir su sueño a Madrid, y la lloraré desde mi casa de la Madalena, pero la querré mucho y la entenderé porque va a hacer lo que tiene que hacer, lo que yo ya he hecho y me ha salido rana. Supongo que cuando a esa parda las cosas le vayan un poco menos bonitas de lo normal se acuerde de lo mucho que le he llorado yo este año y de lo feliz que soy ahora. Feliz o calmada, quémásdasinoimporta. Yo también echaré de menos al chico de los suaves, a todos los chicos de los suaves y mi blog ya parece un metroflog. No se puede tener impulsos. No se puede bloggear desde clase de ILHENT y desde un ordenador que no es el mio. No se puede. No echaré de menos las clases de ILHENT porque no me gustan y porque no me dará tiempo: estaré estudiándolo este verano y el año que viene probablemente volveré a tener ILHENT y nunca me darán la I de FI porque suspenderé ILHENT y lloraré en un baño y seré de esa gente que jamás aprobará una asignatura de la carrera y será una priguels toda su vida. Si tengo que serlo, quiero dedicar mi vida de no-filóloga a vender bebidas alcohólicas a entrañables alcohólicos detrás de un cristal antibalas en un pueblo de Castilla. Los pueblos de Castilla equivalen a los barrios marginales de Nueva York, de eso estoy segura.
Veis por qué no se puede escribir así?
Me voy a llorar a un baño de inter. Cosas peores se habrán visto.
No me lo tengáis en cuenta.

martes, 5 de junio de 2012

Lo que hay que adivinar...

Resulta que, por lo visto, esperar por ciencia infusa que alguien adivine, entienda o sepa lo que quieres o piensas, es algo muy común. Ese extraño fenómeno de pensar que pueden leernos la mente debe venir dado por alguna neurona traidora o por un área cerebral muy inútil. Probablemente sea un área colindante con la que nos hace vestir de lentejuelas en nochevieja y ponernos pulseras para ir a la playa. 
Por lo visto, este mal de todos los males ya ha sido estudiado por científicos de todo el mundo que intentan paliar las desilusiones que han derivado en grandes depresiones a escala planetaria. Véase los casos de millones de novias que tras recibir algún horrible presente, se han percatado de la clase de individuo carente de gusto, conciencia y vergüenza estilo con el que estaban saliendo. Los estudios han dado lugar a diferentes herramientas que mejorarán sobremanera nuestra calidad de vida, como las tías enrolladas que acompañan a sus incapaces sobrinos a comprar los regalos (todo el mundo sabe que si "la tía Carmen" no ha desaparecido de la escala evolutiva de nuestra especie ha sido porque es un eslabón fundamental de la cadena de los regalos) o páginas como IDibbIt (aquí os explican muy bien de qué va). Pero el problema sigue ahí. Aunque a día de hoy haya herramientas para curar el resfriado de los pardos que salen todas las navidades en las noticias y que bañan en el mar por celebrar la llegada del nuevo año (a esa gente habría que quitarle la seguridad social, por pardos, o medicarla hasta que se les quiten esas tonterías de la cabeza, según se vea), la solución no es medicación, sopa caliente y reposo absoluto: la solución es que celebres el nuevo año delante de la chimenea y que te olvides de tu viejo sueño de liberar a Willy. 
La pulmonía que pilla el niño no te la cuentan en la peli
Es decir, aunque este tipo de cosas puede ayudar un poquito, no puedes esperar que por obra y gracia de un genio maligno otra persona sepa lo que piensas... si no se lo dices.
Científicos de todo el mundo que han estado investigando este fenómeno de la incapacidad comunicativa de ciertos especímenes humanos solo han llegado a la conclusión de que en Zaragoza las implicaturas y los actos ilocutivos tienen absolutamente el mismo alcance que en el resto del mundo. "No os flipéis, zaragozanos. La telepatía tampoco ha llegado a la tierra del Ebro" han declarado los científicos de renombre internacional.

domingo, 3 de junio de 2012

Croacia

Hace demasiado calor como para ser elegante y atractiva, con la frente brillante, un moño descuidado y las piernas, desnudas otra vez, emergiendo de una camiseta que parece haberse hecho más grande. En mi pecho, pegado a mi, un greñudo de mirada penetrante, casi como antes, pero esta vez es solo una serigrafía. En mi mesilla de noche, demasiada luz: podrían operar a corazón abierto a los pies de mi cama. A mi alrededor, el caos más absoluto. Croacia en 1993, y no exagero: el suelo está cubierto de restos humanos que nadie ha recogido todavía.

Mañana cambio los muebles de sitio.
julia


domingo, 27 de mayo de 2012

Gregor Samsa o la F de "filóloga".

Hoy es domingo y los domingos tienen una energía especial. O una no-energía, según se vea. En mi caso, como he comenzado un mes de abstinencia en todos los aspectos y matices, la energía es de cantidad positiva y cualidad negativa. Es decir, la hay, tengo energía y actividad potencial, pero una mala hostia que no me aguanto. Los domingos son días de sol, de café, de comprar el periódico y leer el suplemento en el parque, de empujar a mi sobrina en el columpio (eso si que es energía) y de hablar con mi hermana, que, además, es mi vecina. La conversación ha sido más o menos así...
-Ayer vi una cucaracha enorme encima de la puerta de tu vecino, te tengo que dejar un producto que tengo para que no te entren en casa.
- Jajajajaja ¡Gregor Samsa! jajajajajaja
-Si, si, Gregor Samsa. Pues eso, que te lo tengo que dejar. Además luego me dijo Javi que la vio en nuestro rellano.
-¿Cómo hacen para subir las escaleras? ò.ó
-¿...Tú estás tonta?
¡Colorea la F! A mi me parece una F preciosa.

Obviamente yo soy la del chiste de Gregor Samsa. Merezco la muerte, lo sé, es realmente horrible. Pero es que no sé si lo sabéis, pero tengo un permiso especial para hacer ese tipo de chistes (no, no es una ayuda del gobierno, aunque pueda parecerlo). Y es que, no sé si os lo había contado ya, pero ya tengo la F. Diréis "esta chica está tonta y se refiere a la "L" que te dan cuando te sacas el carné, pero no. Me refiero a la "F", la "F" de "filóloga". Y es que en uno de los muchos momentos libres que me deja mi maravillosa carrera que me capacita para hacer chistes malos sobre cucarachas, pensé que "filóloga" tiene 8 letras, como semestres tengo yo en la carrera. Es decir, cada semestre me "dan" una letra. En febrero me dieron la "F" y si todo va bien e ILHENT no me lo impide, en junio me darán la "I" y ya seré una "FI". Dejad de pensar que mis padres pagan a mis amigos por salir conmigo porque no es así. Lo parece, pero no. Debo tener un cierto encanto personal.

No vayáis a pensar tampoco que me están regalando una carrera con la que además de hacer chistes malos sobre literatura podré dar clase de lengua a vuestros iletrados hijos en su etapa escolar. No, para nada. Tampoco os voy a engañar y os voy a vender la moto de que trabajo un montón y de que es súper complicado, porque sería peor que mi chiste de la casera (que dejaré para otra ocasión), pero tiene cierta complicación. En algunos aspectos. Supongo que, bueno, la complicación irá siendo mayor a medida que vaya avanzando la carrera y que no me darán todas las letras tan puntualmente como me han dado la "F" y espero que me den la "I". En octubre me mudaba a Zaragoza con muchos libros en la maleta y una hoja de papel cebolla que hacía la función de mi título de bachillerato y 8 meses después me encuentro con que he hecho casi el 25% de mi carrera, que ya casi ha pasado un año y que he bebido suficiente cerveza en FYL estudiado tanto que ya soy una universitaria (de las de verdad).

Así que ahora os dejo, que los domingos también son días de estudio (o deberían serlo) y yo tengo examen mañana. El por qué estudio filología me lo llevaré a la tumba o lo dejaré para otro domingo, pero aquí tenéis un poco del por qué.

Besitos domingueros, julia.

domingo, 20 de mayo de 2012

Maribel y la maravillosa familia.

Más de un año hacía que no me subía a un escenario, que no pensaba en tablas, ni focos, ni bases de maquillaje plástico, ni textos, ni vestuario. Más de un año que dejé atrás al ascensorista, a la novia, a Lady Macbeth.
-¿Nervios?
-No, mala folla.
Sentimientos contradictorios a la hora de subir al escenario. ¿Nervios? Que no, jo, que no son nervios. Que es otra cosa. Que en el escenario todo está perfecto, Marcelino ha encontrado novia y se va a casar, por fin, después de que su mujer, Susana, se ahogase en el lago de lo gorda que estaba; la fábrica va de perlas: las famosas chocolatinas Terrón e hijo; el doctor, una maravilla; la calle de Hortaleza... Todo está en orden ahí arriba.
Desde ahí buscas caras conocidas, te alegras mucho por las que están, ¿como mucho? ¡Muchísimo! ¡Una barbaridad!, pero también te entristeces por las que deberían estar y no están, por las que darías por hecho que iban a estar y te fallan, por las que te gustaría muchísimo, una barbaridad, que estuviesen. Pero haces lo que puedes, lo das todo, y no te cae ni una gota de sudor, apenas patinas con el texto y los zapatos, horribles, no te juegan ninguna mala pasada. Sales del paso, por lo menos.
Y después, ¿qué queda? A mi, unas ganas locas de quedarme en cajas eternamente, una sensación de vacío importante, como siempre que se acaba algo, y una mezcla de alegría, tristeza y nostalgia que solo te deja con ganas de llorar y moquear más.

jul (una actriz traidora)

domingo, 13 de mayo de 2012

Nada de intrusos en el paraíso.


Je suis le gardien
du sommeil de ses nuits


Desde lo alto del muslo izquierdo me susura un "sigo aquí, no me olvides" que me quita las ganas de vivir y la vida entera, y muero por ti, que je l'aime a mourir. Así, en francés, no en inglés. No soy moderna, soy romántica, de las que llevan un vestido que deja asomar un pequeño error del tamaño de la cabeza de un tornillo y que habla, que me dice "sigo aquí, no me olvides" y que me hace tirarme de la falda y cruzarme de piernas, ahogarlo entre ellas como hice ya tantas veces.
Hay personas que son muchas, y por eso mi cama es grande aunque esté vacía y una almohada paralela a mi llena ese vacío. Y tu sofá, de uno y justo: nada de intrusos en el paraíso. Ancha de corazón, y demasiado, somos ¿fuimos? tres, cuatro, cinco. Innecesarios, maravillosos, justos, simultáneos.
Llevo vestido, precioso, además. De romántica. ¿Lo soy? Hace tiempo que olvidé qué era y qué no. ¿Me lo quitas? No, déjalo. Ahora, despacio. Poco a poco. Ahora si, hay todo el tiempo del mundo.
Y, escapista como sabe ser, como sabe que debe, va desapareciendo poco a poco y el color morado es cada vez más claro, y luego amarillo, y luego desaparece, escapa, huye. Fiel o infiel, qué más da. Incumpliendo su primera promesa ya puesta por escrito, negro sobre blanco, impreso en arial 12 en un martes 13. La primera, las demás. Y eso si, qué más da.

julia.

viernes, 11 de mayo de 2012

se acabó el tesoro pintado de rojo.

En uno de esos días rojos, que son horribles: uno tiene miedo y no sabe por qué, acabó con el rojo de sus uñas, sus labios y su vestido, que dejó de ser necesario. Era la ley de la necesidad. La verosimilitud sufre. Negar la evidencia. Y vestirse de azul.

domingo, 6 de mayo de 2012

Expectar o no expectar (o de como inventarse palabras)

No, "expectar" no existe, pero debería. De "expectativas", ¿sabes? De eso que se tiene y te hace llevarte una decepción o de eso que no se tiene y entonces no sé lo que pasa, porque yo soy una ilusa y siempre tengo.
De expectativas va hoy la cosa porque me han contado una historia. Bueno, dos. Que, qué leches, os las voy a contar, para que os hagáis una idea.
La primera, la de una chica gorda. Mucho. Muchísimo. No gorda de faltar, gorda de no poder salir apenas, de casi no poder vivir. Y, aparte de gorda, triste (y bueno, eso si que ha sido un poco por faltar). Pues va y se opera y es un exitazo. Y come mejor y pierde como millones de kilos y sale de casa y saca la sonrisa y vive y es feliz. Y sigue gorda, mucho, pero menos. Menos gorda y feliz.
La segunda, la de otra chica. Deportista de élite maravillosamente delgada y atlética. Y guapa. Tiene un hijo y pierde su vientre plano, sus competiciones y viajes, su vida entera. Ve como todo lo que ha vivido hasta entonces se tambalea.
Y ellas dos se cruzan y no se dan ni cuenta, pero tú si. Tú las has visto desde un banco de la calle, o una terraza, o en el bus, o en la sala de espera del médico. Y tú, que te has fijado, has visto a una chica preciosa pero muy muy muy triste, con ropa ancha que apenas deja intuir su cuerpo pseudoperfecto, y a una chica gorda, gordísima, pero con una sonrisa en la cara que ya la quisiera cualquiera, y no por bonita.
Y yo, que soy un pésimo narrador omnisciente, sé que la chica gorda ahora es muy muy feliz. Que anda, se mueve, sale de casa y viste de colores. Que está llevando una vida normal que pensó que nunca podría llevar. Y la otra chica es muy, muy desgraciada. Ve en peligro la vida pseudoperfecta que ha llevado siempre. Tiene miedo de no recuperar su vientre plano que va a recuperar en cuatro días.
Cuestión de perspectiva, diréis. Pues no. Cuestión de expectativas, digo yo.
La primera chica, la gorda, no tenía. No esperaba poder llevar jamás esa vida, andar hasta la parada del bus. La segunda si que las tenía. Las expectativas que hasta entonces se habían cumplido.

Dicen, o me han dicho a mi siempre, que no tener expectativas es un error. Que sin expectativas ni objetivos ni voluntad no se llega a ninguna parte. Que hay que arriesgarse y arriesgar. Que la casualidad no existe.
Pero, por otra parte, ¿qué te aporta tener expectativas? El sillazo en la cara de cuando no se cumplen. ¿Algo más? No, señoría.
¿O si?
Ya no sé a donde quería llegar ni qué quería decir con todo esto. Pero quería contarlo. Y espero que esas chicas me perdonen.

Y en cuanto a mi expectativas, tengo una. Así, importante, una. De eso que me diríais "bah, ilusa" y no sabríais que me estáis rompiendo el corazón.

Dicho esto, me voy a expectar.
jul

martes, 1 de mayo de 2012

A veces.

No me gusta la gente con sombrero, ni el zócalo que une mi suelo y las paredes, ni el seguro de los mecheros Bic que siempre hacen que me queme. Pero si me gusta el vaho que huele a ti e inunda el baño cuando te duchas, las galletas que llevan meses guardadas en mi despensa y el vestido de color negro que llevaba mi abuela en la foto que tenía en la cómoda de la casa del pueblo. Me gusta tanto como me huelen las manos después de comerme una mandarina que me las como solo por eso. Podría pasarme la vida entera observando a un perro pequeño jugar con su dueño pero jamás permitiría que se me acercasen ni sentiría el deseo de acariciarlo. Jamás me perdonaría llegar a la vida de alguien en el momento que le corresponde a otra persona y odio cada instante que no me pertenece y que siento haber robado. Adoro los rizos que no tengo y envidio a la gente que sabe pintar porque me parece la expresión máxima de la belleza y me gusta el olor de las pinturas que utilizan. Guardo los libros apilados sin ningún orden ni concierto y soy de las que disfrutan estando quietas en ídem. Me abruman los silencios y dejan volar mi imaginación mejor que ninguna hoja en blanco. Siempre conservo los tickets de compra pero acabo tirando las entradas de cine que llevo en la cartera y eso me hace temer por mi supuesto romanticismo. Un viejo pantalón me hace desear con furia y con dulzura la experiencia que no tengo y enseguida me enamoro de quien no hace ni caso. Encuentro un absurdo atractivo en las mujeres que andan con los tacones en la mano y aun así parecen altivas y seguras. Prefiero no ver el final de las películas y dejar que las historias mueran por si mismas, condenadas al limbo de lo inacabado. Prometo dejar que leas por encima de mi hombro cada línea que lea mientras esté apoyada en tu hombro o en tu pecho y tendré mucho, mucho cuidado de no pesarte jamás. 
Pero a veces (-¿solo a veces...?) completaré sin poder evitarlo alguna frase que suene a verso y dejes sin acabar (-...gran amor) y estoy segura de que no sentiré ningún remordimiento por ello.

julia

domingo, 22 de abril de 2012

Te adoro y otros relatos. Te escribiré y otros futuros.

A veces leo cosas que me dan amor y rabia al mismo tiempo. Cosas que me dan rabia porque esto sí que podría haberlo escrito yo, porque no lo hago, porque mi límite son las 25 líneas y decae, me bloqueo, abandono. Edición, seleccionar todo, borrar. Porque pienso en Nuria y en su vigilia y cosas que sí podría contar y no cuento, que podría decir y no digo, que podría escribir y, obviamente, no escribo. Porque hay veces en las que por la calle me asalta una frase, un verso, un principio y a la vez una duda enorme que cierra el procesador de textos de mi cabeza y guarda el boli en el estuche.
Porque leo Te adoro y otros relatos de Cristina Peri Rossi, que tenéis que leer, y me imagino un Te adoraré y otras cosas o un He decidipara,julia,para,noeselmomento que sí podrían ser de Julia y que a lo mejor tendríais que leer, al menos algunos, al menos tJODERJULIA,YAVALE.


“<<¿Es cierto que cuando los escritores se enamoran escriben diferente?>>, me había preguntado hojeando uno de mis libros.”
Siempre me lo he preguntado. He contestado a cuestiones tangentes en trabajos de más de 1000 palabras, he leído más de cien libros sobre ello he escuchado una y otra vez canciones que hablan de eso o de algo parecido, que te mienten en verso y con melodía de fondo, pero no sé dar una respuesta. ¿escriben diferente los escritores cuando se enamoran? Para eso tendrían que existir los escritores. ¿Existen? Yo no estoy segura. Tal vez sean solo vulgares sofistas con una Montblanc en el bolsillo interior de la chaqueta que en vez de garabatear frases estúpidamente bonitas en una servilleta de papel que abandonar en la mesa y conmover a la camarera, han enlazado unas cuantas en un cuaderno milimetrado y han conseguido una historia, cuatro personajes, ocho espacios y una editorial que le ponga una portada llamativa. ¿Existen? Y si existen ¿se enamoran? ¿Cómo puede enamorarse alguien capaz de crear la perfección de algo ya creado y, por tanto, absolutamente imperfecto? Los escritores, si es que existen, si es que se enamoran, están condenados al fracaso, a la incomprensión y a una vida insulsa al lado de un muchacho o una muchacha que como mucho tendrá un 10% de la musa con la que ellos sueñan. Los escritores, si es que se enamoran, deberían, al menos, escribir diferente. Pero permíteme dudarlo. Déjame decirte que los escritores, si es que existen, si es que se enamoran, no cambian, no pueden. Está en su naturaleza de escritores, si es que la tienen. Alguno de sus cromosomas vaticina que no pueden cambiar, que su labor en el mundo es contemplar como cambia todo menos ellos, como todo lo que sucede apenas raspa su superficie, que no hay asuntos transversales en su vida, ni mucho menos el amor. Que pueden tener diez, cien, mil amoríos más o menos largos, pero no un amor. No, porque es contranatura, porque enamorarse exige una concentración que gracias a un cromosoma cualquiera con el que me gustaría tener una charla, ellos otorgan a la página en blanco.
jul
“<<¿A quién amabas cuando escribiste este?>> <<No la conoces>>, mentí. <<Me gustaría saber si escribirías sobre mí>>, agregó. <<Mi amor – le dije –, uno no escribe sobre lo que está, sino sobre lo que no está.>> <<¿Tendría que irme para que escribieras acerca de mi?>>”

"Después de escucharla muchas veces (su madre enviudó muy joven), Patricia tuvo la sensación de que la dificultad (ésa sobre la que su madre insistía repetidamente) era una confusa mezcla de enchufes rotos, puertas encalladas, reparaciones domésticas, miedo nocturno, soledad e impotencia. Sintió que la dificultad tenía que ver oscuramente con el tapón. En ausencia de un hombre que arreglara los enchufes y abriera los tapones rebeldes, Patricia había considerado la posibilidad de tener una empleada doméstica. Pero no ganaba ni siquiera lo suficiente como para pagar el alquiler del apartamento, la guardería del niño, la gasolina, la ropa adecuada para su trabajo, muy exigente, la peluquería y la sesión semanal con el psicoanalista. El psicoanalista era mucho más caro que la empleada de servicio, pero en ambos casos se trataba de limpieza."

"Entonces, en el interior de las casas, divisó a los demás, también, como él, suspendidos: mudos, oscuros, inmovilizados para siempre en el momento de llevarse un tenedor a la boca, de abrir una puerta, de acariciar al gato, de leer el periódico, de escribir una carta. Como muñecos mecánicos, detenidos súbitamente por un desperfecto del aparato, o inmovilizados por el deseo de un niño. Le pareció algo más: le pareció que desde el principio, en los albores claros del tiempo, cuando las cosas adquirieron por primera vez nombre, todo había conducido a esto, de una manera misteriosa pero firme, oscura e ineludible. Todo: Napoleón y los siete Infantes de Lara, los Médicis y Carlomagno, los cementerios etruscos, las órdenes teutónicas y los lapsus del lenguaje, los cuadros de Murillo, Hesíodo y las películas de Chaplin, las mujeres muertas de parto, los cisnes de Wansee y los dibujos de Utamaro, la Segunda Guerra Mundial, la música de Wagner y el martirio de Úrsula, la Revolución de Octubre, la revelión estudiantil en Córdoba y la ópera Evita, los haykús, los Beatles y Leonor de Aquitania.

"-Detesto los principios casi tanto como los finales -me confesó-. En realidad solo me interesan los intermedios. Es allí donde todo adquiere profundidad . Por lo demás, en un buen principio siempre se haya incluído el final, lo cual resta sentido al desenlace. En cambio, los intermedios permiten gran variedad de desarrollo."

"Además de un viaje, dos libros, una excursión a la costa, una película que ella no había visto, una cena en un restaurante honolulú, la pesca submarina (enseguida me arrepentí: yo no sabía nadar), la lectura de la mitología celta, una visita al Museo de Paleontología, ayudarle a hacer los deberes de la universidad, escuchar a Kiri Te Kanawa interpretando los últimos lieder de Strauss (<<No sabía que a los japoneses les gustara la ópera.>> <<No, mi amor, es australiana. Y canta como los dioses.>> <<Creí siempre que en Australia sólo se dedicaban a criar canguros.>> <<Siempre se aprende algo nuevo.>>, comenté miserablemente), en las últimas veinticuatro horas, que eran, por lo demás, todas las que llevábamos juntos, le había propuesto un viaje a Trieste (<<¿Por qué Triste?>> <<Me gusta la palabra .>>), enseñarle francés, contarle la Segunda Guerra Mundial, jugar al ajedrez, coleccionar cerámica precolombina y armarle un puzzle de cinco mil piezas. Mi última propuesta consistió en hacerle el amor escuchando el Aria del Amor y Muerte de Tristán e Isolda."

Te adoro y otros relatos, Cristina Peri Rossi

jul (otra vez)

miércoles, 11 de abril de 2012

Señora de rojo sobre fondo gris.

No ignoro que el recurso de beber para huir es un viejo truco pero ¿conoces alguno más eficaz para escapar de ti mismo? Una copa acartona el recuerdo, pero al propio tiempo convierte la onerosa gravedad de tu cuerpo en una suerte de porosidad flotante. Algo parecido a la fiebre. Pasado el trance, sobreviene el decaimiento, pero hay un medio para evitarlo: mantener en sangre una dosis de alcohol que te imbuya la impresión de que participas en la vida, de que la vida no pasa sobre el hoyo en que te pudres sin advertir que existes. Esta forma de energía suele identificarse con la alegría, aunque, por supuesto, no es alegría. A lo sumo, una energía inferior, improductiva; en caso contrario yo trabajaría. Pero mi ingenio, si alguna vez existió, se ha agotado; ya lo estás viendo: no soy capaz de embadurnar un lienzo, ni siquiera de sostener un pincel en la mano.
Señora de rojo sobre fondo gris, Miguel Delibes.
Yo quiero un vestido rojo. En plan bomba atómica.

 
 Texto sobre la creación y la idealización del artista por pulir, pero pronto, espero.
Llámalo falta de tiempo, llámalo falta de razones.
Feliz abril a todos. Espero que sea uno bonito.
julia

sábado, 31 de marzo de 2012

Quiérela, cobarde.

Quiérela con locura. Quiérela desde el primer día, desde el primer segundo que paséis juntos, desde la primera mirada, la primera sonrisa y el primer beso. Quiérela cuando finja tener frío para que le prestes la chaqueta, cuando se aparte el flequillo de la cara de un soplido, cuando te hable de ella, o de sus gatos, o de su libro favorito, o de la música que escucha cuando está triste, o de los vicios inconfesables que llenan sus noches turbias. Quiérela e invítala al cine, que elija ella, que se siente a tu izquierda porque es su lado bueno. Quiérela con todas las letras. Con quince letras. Quiérela con todo tu corazón, con toda tu alma, con las manos, con los pies y hasta con las rodillas. Quiérela tanto como para desear hacerle el amor y no follarla, como para regalarle rosas en San Valentín y en San Jorge y cuando suspenda un examen, cuando la echen del trabajo o cuando supere la prueba más difícil que se le ponga delante.
Quiérela tanto como a la primera, sea cual sea. Quiérela aunque sea flor de un día, o de una noche, o de una mala semana. Quiérela al mismo nivel, con la misma fuerza, con el mismo AMOR que a cualquier otra. Quiérela y que sea especial. Quiérela hasta que ella sea ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción. 
Quiérela y que ella sea Julieta, Courtney, Yoko, Bonnie, Cleopatra, Lois, Priscilla o Nancy y haz de ti un Romeo, Kurt, John, Clyde, César, Clark, Elvis o Sid. Pero quiérela y hazla sentir otra. La única. La primera y la última. Quiérela aunque no sea la mujer de tu vida, porque ella ya es mujer de la suya. Quiérela. Quiérela y que lo sepa, que lo sepan todos, que os miren con envidia por la calle como si de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart se tratase.
Quiérela porque ella lo hará. Quiérela porque puede que ella ya lo esté haciendo. Quiérela y reza porque no sea demasiado tarde. Quiérela, cobarde. Y mucho.


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julia

miércoles, 28 de marzo de 2012

Me ha hecho poeta la vida. Miguel Hernández.

Querida Setefilla:
Su dolorida carta llegó horas después de la noticia trágica de que nuestro amigo el poeta había muerto en la cárcel de Alicante el pasado día 28. Miguel fue un relámpago en mi vida, y como tal, fugazmente, se desvanece. Pero su amistad, que nunca se irá, me trajo la experiencia de un cariño hermoso, verdadero (...).
El abrecartas, Vicente Molina Foix, p. 54



Estoy sentada en la cama, con la espalda apoyada en un almohadón. A mi izquierda, sobre un mueble de cajones y al alcance de mi mano, una infusión. Nada de café a partir de las 7. A mi alrededor, libros. El abrecartas, de Molina Foix; El rayo que no cesa, de Miguel Hernández, y dos antologías de éste mismo. Una edición conmemorativa de Austral, de tapas duras en tonos azules y otra titulada Me ha hecho poeta la vida, edición infantil. Quince poemas de Miguel Hernández sobre la vida, la muerte, el dolor y el amor. Quince poemas para el siglo XXI, cien años después de la muerte del poeta. Contiene un CD con los quince poemas leídos, que escucho mientras escribo esto y, algunos, los recito a la vez, en voz bajita. En mi pared, una postal con un fragmento de Aceituneros.

Pero hoy no hace cien años del nacimiento del poeta, sino 70 años de su muerte. Miguel Hernández nació en Orihuela, su pueblo y el mio Alicante, el 30 de octubre de 1910. En 1925 deja la escuela y comienza a cuidar las cabras de la familia. En estos años entablará una profunda amistad con Ramón Sijé con quien tanto quería. A los 21 años viaja a Madrid para comenzar una carrera literaria que no tendrá éxito y regresará a Orihuela, para volver a intentarlo en 1934, volviendo a Madrid y trabajando como secretario para José María Cossio. En 1935 muere Ramón Sijé y le dedica la Elegía. Al estallar la Guerra Civil se alista en el bando republicano. En marzo de 1937 vuelve a Orihuela durante unos días para casarse con Josefina Manresa, con quien tendrá un hijo que morirá a los 10 meses de nacer. Al terminar la guerra parte con intención de pasar la frontera de Portugal por Huelva, pero es interceptado y enviado a la cárcel de Sevilla y más adelante a la de Madrid, de donde saldrá gracias a Pablo Neruda. Regresará a Orihuela pero será delatado y encarcelado de nuevo. Conmutarán su pena de muerte por 30 años de cárcel, pero morirá en la enfermería del Reformatorio de Adultos de Alicante, el 28 de marzo de 1942. Hace ahora 70 años.

"Fue un joven que nunca envejecerá, porque murió en plena juventud y todas las fotos que guardamos de él nos ofrecen esa imagen del hombre entusiasta y sonriente, lleno de vitalidad. Vivió como tragándose la vida, a toda prisa, entregándose en todo lo que hacía, generosamente.", dice Jorge Urrutia en el prólogo de la edición de El rayo que no cesa, de Alianza Editorial. 

Y yo creo que no tengo mucho más que decir. Que me encanta y me revoluciona, que si tengo que elegir, y no quiero, es mi poeta favorito. Que os lo recomiendo, ya, ahora. Aquí podéis encontrar de todo sobre él y su obra completa. Y si queréis ir más allá, tener otra visión y, sobre todo, si os queréis meter en la piel de muchos otros poetas y escritores de principios del siglo XX y de más personajes reales y ficticios, os recomiendo El abrecartas, de Vicente Molina Foix.

 
Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!
Miguel Hernández , El rayo que no cesa

ELEGIA A RAMÓN SIJÉ
 

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)
 

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
 

Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
 

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
 

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
 

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
 

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
 

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
 

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
 

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
 

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
 

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
 

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
 

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
 

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
 

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
 

A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
(10 de enero de 1936) 
Miguel Hernández


Disfrutadlo. Al menos tanto como yo.
julia