domingo, 27 de mayo de 2012

Gregor Samsa o la F de "filóloga".

Hoy es domingo y los domingos tienen una energía especial. O una no-energía, según se vea. En mi caso, como he comenzado un mes de abstinencia en todos los aspectos y matices, la energía es de cantidad positiva y cualidad negativa. Es decir, la hay, tengo energía y actividad potencial, pero una mala hostia que no me aguanto. Los domingos son días de sol, de café, de comprar el periódico y leer el suplemento en el parque, de empujar a mi sobrina en el columpio (eso si que es energía) y de hablar con mi hermana, que, además, es mi vecina. La conversación ha sido más o menos así...
-Ayer vi una cucaracha enorme encima de la puerta de tu vecino, te tengo que dejar un producto que tengo para que no te entren en casa.
- Jajajajaja ¡Gregor Samsa! jajajajajaja
-Si, si, Gregor Samsa. Pues eso, que te lo tengo que dejar. Además luego me dijo Javi que la vio en nuestro rellano.
-¿Cómo hacen para subir las escaleras? ò.ó
-¿...Tú estás tonta?
¡Colorea la F! A mi me parece una F preciosa.

Obviamente yo soy la del chiste de Gregor Samsa. Merezco la muerte, lo sé, es realmente horrible. Pero es que no sé si lo sabéis, pero tengo un permiso especial para hacer ese tipo de chistes (no, no es una ayuda del gobierno, aunque pueda parecerlo). Y es que, no sé si os lo había contado ya, pero ya tengo la F. Diréis "esta chica está tonta y se refiere a la "L" que te dan cuando te sacas el carné, pero no. Me refiero a la "F", la "F" de "filóloga". Y es que en uno de los muchos momentos libres que me deja mi maravillosa carrera que me capacita para hacer chistes malos sobre cucarachas, pensé que "filóloga" tiene 8 letras, como semestres tengo yo en la carrera. Es decir, cada semestre me "dan" una letra. En febrero me dieron la "F" y si todo va bien e ILHENT no me lo impide, en junio me darán la "I" y ya seré una "FI". Dejad de pensar que mis padres pagan a mis amigos por salir conmigo porque no es así. Lo parece, pero no. Debo tener un cierto encanto personal.

No vayáis a pensar tampoco que me están regalando una carrera con la que además de hacer chistes malos sobre literatura podré dar clase de lengua a vuestros iletrados hijos en su etapa escolar. No, para nada. Tampoco os voy a engañar y os voy a vender la moto de que trabajo un montón y de que es súper complicado, porque sería peor que mi chiste de la casera (que dejaré para otra ocasión), pero tiene cierta complicación. En algunos aspectos. Supongo que, bueno, la complicación irá siendo mayor a medida que vaya avanzando la carrera y que no me darán todas las letras tan puntualmente como me han dado la "F" y espero que me den la "I". En octubre me mudaba a Zaragoza con muchos libros en la maleta y una hoja de papel cebolla que hacía la función de mi título de bachillerato y 8 meses después me encuentro con que he hecho casi el 25% de mi carrera, que ya casi ha pasado un año y que he bebido suficiente cerveza en FYL estudiado tanto que ya soy una universitaria (de las de verdad).

Así que ahora os dejo, que los domingos también son días de estudio (o deberían serlo) y yo tengo examen mañana. El por qué estudio filología me lo llevaré a la tumba o lo dejaré para otro domingo, pero aquí tenéis un poco del por qué.

Besitos domingueros, julia.

domingo, 20 de mayo de 2012

Maribel y la maravillosa familia.

Más de un año hacía que no me subía a un escenario, que no pensaba en tablas, ni focos, ni bases de maquillaje plástico, ni textos, ni vestuario. Más de un año que dejé atrás al ascensorista, a la novia, a Lady Macbeth.
-¿Nervios?
-No, mala folla.
Sentimientos contradictorios a la hora de subir al escenario. ¿Nervios? Que no, jo, que no son nervios. Que es otra cosa. Que en el escenario todo está perfecto, Marcelino ha encontrado novia y se va a casar, por fin, después de que su mujer, Susana, se ahogase en el lago de lo gorda que estaba; la fábrica va de perlas: las famosas chocolatinas Terrón e hijo; el doctor, una maravilla; la calle de Hortaleza... Todo está en orden ahí arriba.
Desde ahí buscas caras conocidas, te alegras mucho por las que están, ¿como mucho? ¡Muchísimo! ¡Una barbaridad!, pero también te entristeces por las que deberían estar y no están, por las que darías por hecho que iban a estar y te fallan, por las que te gustaría muchísimo, una barbaridad, que estuviesen. Pero haces lo que puedes, lo das todo, y no te cae ni una gota de sudor, apenas patinas con el texto y los zapatos, horribles, no te juegan ninguna mala pasada. Sales del paso, por lo menos.
Y después, ¿qué queda? A mi, unas ganas locas de quedarme en cajas eternamente, una sensación de vacío importante, como siempre que se acaba algo, y una mezcla de alegría, tristeza y nostalgia que solo te deja con ganas de llorar y moquear más.

jul (una actriz traidora)

domingo, 13 de mayo de 2012

Nada de intrusos en el paraíso.


Je suis le gardien
du sommeil de ses nuits


Desde lo alto del muslo izquierdo me susura un "sigo aquí, no me olvides" que me quita las ganas de vivir y la vida entera, y muero por ti, que je l'aime a mourir. Así, en francés, no en inglés. No soy moderna, soy romántica, de las que llevan un vestido que deja asomar un pequeño error del tamaño de la cabeza de un tornillo y que habla, que me dice "sigo aquí, no me olvides" y que me hace tirarme de la falda y cruzarme de piernas, ahogarlo entre ellas como hice ya tantas veces.
Hay personas que son muchas, y por eso mi cama es grande aunque esté vacía y una almohada paralela a mi llena ese vacío. Y tu sofá, de uno y justo: nada de intrusos en el paraíso. Ancha de corazón, y demasiado, somos ¿fuimos? tres, cuatro, cinco. Innecesarios, maravillosos, justos, simultáneos.
Llevo vestido, precioso, además. De romántica. ¿Lo soy? Hace tiempo que olvidé qué era y qué no. ¿Me lo quitas? No, déjalo. Ahora, despacio. Poco a poco. Ahora si, hay todo el tiempo del mundo.
Y, escapista como sabe ser, como sabe que debe, va desapareciendo poco a poco y el color morado es cada vez más claro, y luego amarillo, y luego desaparece, escapa, huye. Fiel o infiel, qué más da. Incumpliendo su primera promesa ya puesta por escrito, negro sobre blanco, impreso en arial 12 en un martes 13. La primera, las demás. Y eso si, qué más da.

julia.

viernes, 11 de mayo de 2012

se acabó el tesoro pintado de rojo.

En uno de esos días rojos, que son horribles: uno tiene miedo y no sabe por qué, acabó con el rojo de sus uñas, sus labios y su vestido, que dejó de ser necesario. Era la ley de la necesidad. La verosimilitud sufre. Negar la evidencia. Y vestirse de azul.

domingo, 6 de mayo de 2012

Expectar o no expectar (o de como inventarse palabras)

No, "expectar" no existe, pero debería. De "expectativas", ¿sabes? De eso que se tiene y te hace llevarte una decepción o de eso que no se tiene y entonces no sé lo que pasa, porque yo soy una ilusa y siempre tengo.
De expectativas va hoy la cosa porque me han contado una historia. Bueno, dos. Que, qué leches, os las voy a contar, para que os hagáis una idea.
La primera, la de una chica gorda. Mucho. Muchísimo. No gorda de faltar, gorda de no poder salir apenas, de casi no poder vivir. Y, aparte de gorda, triste (y bueno, eso si que ha sido un poco por faltar). Pues va y se opera y es un exitazo. Y come mejor y pierde como millones de kilos y sale de casa y saca la sonrisa y vive y es feliz. Y sigue gorda, mucho, pero menos. Menos gorda y feliz.
La segunda, la de otra chica. Deportista de élite maravillosamente delgada y atlética. Y guapa. Tiene un hijo y pierde su vientre plano, sus competiciones y viajes, su vida entera. Ve como todo lo que ha vivido hasta entonces se tambalea.
Y ellas dos se cruzan y no se dan ni cuenta, pero tú si. Tú las has visto desde un banco de la calle, o una terraza, o en el bus, o en la sala de espera del médico. Y tú, que te has fijado, has visto a una chica preciosa pero muy muy muy triste, con ropa ancha que apenas deja intuir su cuerpo pseudoperfecto, y a una chica gorda, gordísima, pero con una sonrisa en la cara que ya la quisiera cualquiera, y no por bonita.
Y yo, que soy un pésimo narrador omnisciente, sé que la chica gorda ahora es muy muy feliz. Que anda, se mueve, sale de casa y viste de colores. Que está llevando una vida normal que pensó que nunca podría llevar. Y la otra chica es muy, muy desgraciada. Ve en peligro la vida pseudoperfecta que ha llevado siempre. Tiene miedo de no recuperar su vientre plano que va a recuperar en cuatro días.
Cuestión de perspectiva, diréis. Pues no. Cuestión de expectativas, digo yo.
La primera chica, la gorda, no tenía. No esperaba poder llevar jamás esa vida, andar hasta la parada del bus. La segunda si que las tenía. Las expectativas que hasta entonces se habían cumplido.

Dicen, o me han dicho a mi siempre, que no tener expectativas es un error. Que sin expectativas ni objetivos ni voluntad no se llega a ninguna parte. Que hay que arriesgarse y arriesgar. Que la casualidad no existe.
Pero, por otra parte, ¿qué te aporta tener expectativas? El sillazo en la cara de cuando no se cumplen. ¿Algo más? No, señoría.
¿O si?
Ya no sé a donde quería llegar ni qué quería decir con todo esto. Pero quería contarlo. Y espero que esas chicas me perdonen.

Y en cuanto a mi expectativas, tengo una. Así, importante, una. De eso que me diríais "bah, ilusa" y no sabríais que me estáis rompiendo el corazón.

Dicho esto, me voy a expectar.
jul

martes, 1 de mayo de 2012

A veces.

No me gusta la gente con sombrero, ni el zócalo que une mi suelo y las paredes, ni el seguro de los mecheros Bic que siempre hacen que me queme. Pero si me gusta el vaho que huele a ti e inunda el baño cuando te duchas, las galletas que llevan meses guardadas en mi despensa y el vestido de color negro que llevaba mi abuela en la foto que tenía en la cómoda de la casa del pueblo. Me gusta tanto como me huelen las manos después de comerme una mandarina que me las como solo por eso. Podría pasarme la vida entera observando a un perro pequeño jugar con su dueño pero jamás permitiría que se me acercasen ni sentiría el deseo de acariciarlo. Jamás me perdonaría llegar a la vida de alguien en el momento que le corresponde a otra persona y odio cada instante que no me pertenece y que siento haber robado. Adoro los rizos que no tengo y envidio a la gente que sabe pintar porque me parece la expresión máxima de la belleza y me gusta el olor de las pinturas que utilizan. Guardo los libros apilados sin ningún orden ni concierto y soy de las que disfrutan estando quietas en ídem. Me abruman los silencios y dejan volar mi imaginación mejor que ninguna hoja en blanco. Siempre conservo los tickets de compra pero acabo tirando las entradas de cine que llevo en la cartera y eso me hace temer por mi supuesto romanticismo. Un viejo pantalón me hace desear con furia y con dulzura la experiencia que no tengo y enseguida me enamoro de quien no hace ni caso. Encuentro un absurdo atractivo en las mujeres que andan con los tacones en la mano y aun así parecen altivas y seguras. Prefiero no ver el final de las películas y dejar que las historias mueran por si mismas, condenadas al limbo de lo inacabado. Prometo dejar que leas por encima de mi hombro cada línea que lea mientras esté apoyada en tu hombro o en tu pecho y tendré mucho, mucho cuidado de no pesarte jamás. 
Pero a veces (-¿solo a veces...?) completaré sin poder evitarlo alguna frase que suene a verso y dejes sin acabar (-...gran amor) y estoy segura de que no sentiré ningún remordimiento por ello.

julia