viernes, 26 de septiembre de 2014



Mata más gente el tabaco que los aviones
y he perdido el miedo a volar.
Enciendo la faria de las grandes ocasiones
y en las nubes tengo un BMW
y una Play Station, tu foto y un par de postales:
sigue escribiendo donde quiera que tú estés.


jueves, 25 de septiembre de 2014

La mudanza.

Tengo las maletas hechas, los edredones en bolsas y un montón de cajas llenas de libros al lado de la puerta. Las paredes son ahora blancas y las postales y las láminas están listas para viajar. La despensa vacía y la nevera desenchufada, los platos envueltos en plástico de burbujas sobre la mesa verde de la cocina junto a los trapos limpios y los vasos apilados.


Todo está listo para que me vaya, las patas del somier plegadas y el colchón apoyado contra la pared. Solo tengo que quitarme el pijama, meterlo en la bolsa y esperar a que llegue el camión pero el único vestido que está fuera de la maleta tiene un tirante roto y no sé en qué caja están las agujas y el hilo. 



Hace ya dos semanas que empecé esta eterna mudanza. Vendí la tele y las dos camas pequeñas, tiré la ropa vieja e hice una lista de libros y los guardé en diferentes cajas según su autor. La ropa de invierno ya estaba guardada en cajas y conforme pasaban los días la casa se iba quedando vacía y yo cada vez era más consciente de que no ibas a volver, de que si me iba de esta casa se iba a perder mi rastro por si algún día querías encontrarme y que, entonces, ya no sabrías dónde buscarme, si es que alguna vez querías hacerlo. Quité las cortinas y mi nombre del buzón e hice todas las llamadas para que dieran de baja los contratos a mi nombre.



Ahora, estoy a punto de apagar las luces y cerrar la puerta con dos vueltas. Dejaré los dos juegos de llaves dentro del buzón y mañana, si te decidieses a volver a buscarme, solo encontrarías persianas bajadas y puertas cerradas, como en un día de lluvia cualquiera.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Yo he visto ocurrir milagros

Yo he visto ocurrir milagros. 

He visto como la gente volvía a sus viejas casas y cómo las cartas devueltas con su destinatario desconocido garabateado detrás llegaban a los buzones. 

Vi cómo las luces se encendían de pronto e iluminaban tu cara dormida sobre mi almohada y cómo te revolvías esperando impaciente que volvieran a apagarse.

El milagro de tu mano sobre la mía en una butaca de cine.

Observé cómo llegaba el invierno y cómo tú hacías un hueco en tu bolsillo para mi mano.

Vi el milagro de tu vuelta, de tu lo siento, de tu adiós una vez más. 

Contemplé impasible cómo callabas durante horas y, negando la evidencia, me decías adiós para siempre. 

No pensé que vería nunca el milagro de los libros saliendo de mi casa y llegué incluso a ver su vuelta y ahora las torres de libros desbordan las estanterías y el buzón de tu antigua casa rebosa cartas y postales...