viernes, 30 de septiembre de 2011

Hoy empieza todo.

Todo deberían ser principios y en realidad no hay más que finales. Nada felices, por cierto.
Hoy quiero cambiar los tacones por la nariz de payaso y permutar la pena por la risa.

Hoy no acaban los 17... empiezan los 18!

Ya lo dicen. Lo que mal empieza, mal acaba. Por eso hoy pienso empezarlos bien. Genial. Perfectos. Igual que pienso acabarlos en 366 días.

~jul!

domingo, 11 de septiembre de 2011

Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven

Seguidamente ella añadió: <<¿Conoces una vieja canción que dice  "Si tú me dices ven lo dejo todo"? >>
Volví a afirmar en silencio; no me salían las palabras, la emoción me tenía atrapado. Mi garganta era incapaz de crear sonido alguno.
Ella continuó: <<Pues siempre he creído que a esa canción le falta algo... Debería ser: "Si tú me dices ven lo dejo todo... Pero dime ven">>
Albert Espinosa

Recién comprado y leído.
Esta novela de Albert Espinosa parecía llamarme desde el escaparate de La Casa del Libro, donde entré para comprar (otra vez) Señora de rojo sobre fondo gris.
Me ha encantado la historia de este enano con cuerpo de gigantón, sus diamantes y perlas, los faros, Izan... Pero también el título, el formato, la portada. Todo. Aunque no puedo ser objetiva.

Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven

Es una afirmación muy drástica. ¿Lo dejarías todo si alguien te dice "ven"? Yo, sí. Capaz de cruzar medio mundo si me dice "ven". ¿Demasiada dependencia? Tal vez.
Pero no puedo evitarlo, no puedo decir no a según que cosas, aunque sé que debería.

Eso sí, lo dejo todo. Pero sólo si me dices ven.
julia.

martes, 6 de septiembre de 2011

Intereses y desintereses.

Consideraban muchos que la suya no era una relación normal. Compartían muchos gustos e intereses pero ni siquiera lo sabían: estar juntos les impedía decir dos palabras coherentes. El tiempo que pasaban juntos, escaso pero intenso, estaba dominado por los silencios y las risas incómodas, pero albergaba tantísimo calor que podría ser el perfecto sustituto del gas natural. Ella, asustadiza por naturaleza, huía cada vez que él intentaba acercase. Él no entendía que debía quedarse quieto pero presente y que entonces, y sólo entonces, ella sabría acercarse a él.
Hacían millones de planes para los dos, pero por separado. Deseosos de pasar tiempo juntos, acababan los dos en el sofá. Cada uno en el suyo. La estadística y la probabilidad, así como el tiempo, estaban en contra de ellos. Las pocas veces que uno daba un paso, el otro no podía o no sentía más que la necesidad de retrocederlo, de negarlo, de evitarlo.
Pero a pesar de lo que muchos consideraban, ellos veían, aunque por separado y sin compartirlo, algo especial en todo eso. Los sentimientos de ella se correspondían con los actos de él, quien a veces parecía no tener corazón ni sentimientos, o sólo de los malos. Pero aun así, había algo. Tenía que haberlo. Algo que explicase la paciencia de él, las recaídas de ella, los pequeños intentos, los pasos minúsculos que ambos daban. 
Y aunque ellos dos podían haber sido especiales, todo quedó en nada. Dejaron todo a merced del tiempo y de la magia y esperando algo que no llegó, se convirtieron en espectros de ellos mismos en el corazón del otro.