viernes, 18 de enero de 2013

Se los comió la tristeza.

Eres todas y cada una de mis perforaciones enrojecidas. Eres, también, cada braguita que recojo del suelo.

El charquito de café que se forma en la encimera por las mañanas. Mi dolor de hombros cuando duermo de lado. La tinta del bolígrafo de gel negro que traspasa todas las hojas de mis apuntes. Las líneas que garabateo si me vuelvo débil. El cerrojo de un baño público.
Eres, y tienes suerte, las primeras líneas de los libros que me compro ya de noche en el Corte Inglés. No serás también las últimas, espero.


Cada vez que nos pasa creo que es la primera y juro que será la última. No lo creía. Me has convertido en una experta en negar la evidencia.


Por cierto, se dice, se comenta, que ya no quedan bombones.
Se los comió la tristeza.

jueves, 3 de enero de 2013

fiebre

¿Tengo fiebre? 
¿Esto es lo que se siente cuando tienes fiebre? Ya no me acuerdo. Me arde la cara, mucho, y los ojos, como cuando mamá picaba cebolla. ¿Es fiebre? Nunca he entendido muy bien estas cosas. Tengo calor. No sé. ¿Es la calefacción? Fuera hace frío, me gustaría pegar la cara contra el cristal y que se enfriase. Tengo sueño, pero estoy nerviosa. ¿Qué va a pasar? No me gusta la incertidumbre ni el silencio ni nada. Creo que alguien me ha cambiado el sitio, yo antes no estaba aquí. Antes era al revés, yo estaba arriba y yo movía los hilos y probablemente era yo quien sonreía cuando solo quería decir oh, venga, cállate ya, ¿es que no te das cuenta?. Ahora creo que soy yo la que no se da cuenta. ¿Cuenta de qué? No es mi momento. No entiendo, no, no entiendo. Ahora tengo frío. Será fiebre ¿no? No sé. Me voy a la cama. Mañana... Ya mañana veré.