sábado, 31 de mayo de 2014

Mi teatro de hilo

Hoy me he tomado mi primer café solo. No es que me haya hecho mayor, es que las malas circunstancias me han convertido brevemente en un espectro de adultez. Una casa en la que no hay leche ni cama, una pareja que se rompe, otra que se forma, dos personas que entran juntas en un teatro, un amanecer de lana.

Anoche me regalaron mi propio teatro sin saber que hoy le diría adiós a otro. Un adiós para siempre, tajante y definitivo, forzado por las circunstancias. Ahora me agarro al teatro de hilo que será el último que me quede en el próximo curso. Qué extraño será ese momento. Qué extraño se ha vuelto todo en cuestión de minutos.


Los extraños, leía hoy, se convierten en el centro de tu vida a la misma velocidad que, aquel que fue el centro de tu vida, se convierte en un extraño.

Otra persona escuchará los mismos susurros, las mismas mentiras que yo escuché y recibirá los mismos aplausos, las mismas sonrisas, envuelta en las mismas telas y en las mismas sábanas y descalza os gritará desde lo alto.

Mientras, yo me afano a mi teatro de hilo, a mi nuevo teatro, el que es solo mío, en el que puedo vivir, en el que quiero vivir siempre, en el mejor teatro que ha existido y podrá existir jamás. 


jueves, 29 de mayo de 2014

Me acuerdo


Al verte, sí, me acuerdo.
No importa de qué, de quién: me acuerdo.
La piel es un viento sólido
que comunica por adentro y afuera
con la piel.

Roberto Juarroz





Al verte hoy, sí, me he acordado. Tú no me has visto o no has querido verme, ya no importa. Has seguido tu camino y has dejado de hablar por teléfono antes de rodear la facultad. Yo he hecho mi examen y pensaba en el componente arcaizante del judeoespañol y el mantenimiento de las sibilantes palatales medievales. Quién sabe en qué pensabas tú.

Ahora, ya en la cama, el dolor de cabeza no me deja leer Penas de amor de una gata inglesa. Quién sabe a quién leerás tú.

miércoles, 21 de mayo de 2014

No grites a Ariadna

No grites a Ariadna, no, no pidas clemencia ahora porque tú has elegido ahogarte entre esos brazos y esas piernas largas como una hiedra venenosa que se enreda alrededor de tu cuello aunque sea yo quien se queda sin aire.

No son las hojas del otoño las que ahogan tu cuello: es la planta carnívora que tú elegiste cultivar la que ahora te abraza y me aparta y me vuelve a atar en la esquina a la que me habéis, los dos, relegado una y otra vez desde hace quién sabe cuánto tiempo. Tú, eres tú otra vez, entre rizos, entre gente, en tiendas de campaña, entre sudor, entre árboles, haciendo como que no me ve si no te toco y huyendo de mis brazos cuando los alargo hacia ti. 

Nunca, nunca me cansaré de ti, ni tú de ella, de ellas, de otras. No son las hojas del otoño las que te ahogan, no, pero tampoco soy yo, no es Ariadna, es tu propia Dafne que se enreda como las ramas del laurel, como la hiedra venenosa que crece en una esquina húmeda.

No grites a Ariadna, ella solo te mira en silencio mientras tú la apartas.

lunes, 19 de mayo de 2014

Nuevos términos

Hoy he hecho una tortilla de patata con cebolla y cortándola, entre lágrimas, me he acordado de ti. Te queda el consuelo de que no siempre eres la causa: a veces puedes ser la consecuencia. Incluso a veces sabes ser la coincidencia, conectado al skype en un mes de calor o en la puerta del Posturas una noche de lluvia.

Yo no suelo echarle cebolla a la tortilla de patata: eso no ha cambiado. La prefiero así, tú lo sabes. Pero también sabes lo que pasa cuando llegan invitados se hace cualquier cosa al ponerles un plato en la mesa y una sonrisa en la cara.

Lo peor de la tortilla de patata con cebolla es que ya no puedo usar ese aceite para otra cosa y los dos sabemos lo útiles que son los segundos usos o las segundas oportunidades, llámalo como quieras.

Cuando le daba la vuelta, mis muñecas recordaban la fuerza que tú aplicabas en ellas y la echaban de menos ahora que ellas debían, a pulso, mantenerse erguidas.

Tal vez yo también deba mantenerme recta ahora y callar aquí. Pero mientras me peleaba con el nudo del delantal solo podía pensar en el ojalá que me gustaría poder decirte.

Yo te creí mucho más de medio segundo y en esa inocencia infundada dejé pasar meses y casi años. Ojalá medio segundo hubiese sido suficiente y me hubiese bastado así pero aún ahora despierto confusa muchas mañanas y miro con esperanza la pizarra de detrás de la puerta buscando letras sueltas de trazos borrados cuando solo encuentro la frase tan horrible que escribí para mentalizarme de que ya no soy esa pija  que tanta gracia te hacía.

«Se trata de romper y construir en nuevos términos»

sábado, 17 de mayo de 2014

Robe sabe arder.

Todo empezó con Los Suaves y terminó con Extremoduro.

Lo que Yosi me dio, se lo ha llevado hoy Robe cuando se ha despedido, dejando su camiseta sudada como tantos otros dejan la ropa en cualquier suelo. El concierto ha sido como la vida misma. Ha tenido un primer momento de felicidad, de euforia, de esperanza. Pero llegado el descanso todo ha decaído, ha aflorado la conciencia, la verdad, el conocimiento de lo que jamás quise saber. El descanso ha sido como una pequeña ruptura y puede que sea así, que algo bastante grande se haya roto en mí. De hecho, sí: algo se ha roto. De hecho, algo podía seguir rompiéndose y así ha sido.

La vuelta, como todas las segundas partes que nunca tendrían que haber sido, ha sido peor que cualquier comienzo, que cualquier final, que cualquier atropello, que cualquier bofetada.

De repente Robe me ha mostrado todo eso que no quería ver. Todo aquello a lo que siempre he temido. Y él me ha hecho mirarlo a los ojos.

Entonces, al mirar, sí que se ha roto todo. "No estás bastante ciega", me han dicho. "Demasiado ciega he estado", he contestado yo. Y crack crack crack iban cayendo pedazos que la gente pisaba y yo lloraba y gritaba por dentro que ya era suficiente, que por qué había vuelto.

Le he suplicado que parase y en silencio se lo he suplicado a los demás pero cabeza, manos, cuerpos estaban en otra parte que ya no era de mi jurisdicción. El mundo ha seguido girando, Robe ha seguido tocando, yo he seguido mirando y algo, ahora sí, grande y quebradizo, se ha roto dentro, me ha roto.

Robe ha desterrado a Yosi y no creo que haya nunca revancha entre los grandes. Probablemente, los daremos por retirados y quedarán en nosotros como un recuerdo de juventud.

Quizá, en otro mundo, la guerra haya sido solo en el sofá.

Ahora una araña se ha posado en mis medias y el susto ha sido bastante más pequeño que tantos otros que me he llevado hoy. De un manotazo la he lanzado al suelo  y solo me ha quedado desear que todos los manotazos fueran así de grandes para cosas tan pequeñas, que todos los manotazos rompiesen tórax y patas y dejasen un cadáver informe.

Robe ha sabido quemar.


jueves, 15 de mayo de 2014

El monstruo.

Llevo todo el día intentando evitarlo pero cuando tendiendo la ropa la toalla morada ha salido volando, el dique se ha roto, yo me he roto, mi cara ha enrojecido y todos hemos callado y mirado al suelo.

Hacía ya tiempo que no me pasaba esto. Una semana, para ser exactos. Es bastante tiempo si lo miras desde donde yo lo miro.

Intento rodear, despacito y de puntillas, el enorme abismo que dejaste en mi cama. Camino silenciosa, mordiéndome el labio inferior, con miedo de que despierte el enorme monstruo que habita en él, que eres tú, que duerme.

Qué horrible sitio para estar hoy es mi casa.

Qué horrible sitio.

domingo, 4 de mayo de 2014

Sucede

Sucede que mañana es lunes. Pero la verdad es que no es un lunes cualquiera: es el primer lunes de mayo.
El primer domingo de mayo tiene su encanto porque es el día de la madre. El primer lunes de mayo, y mira que dista tan poco entre uno y otro, carece de todo encanto: es el comienzo del final.

Uno nunca sabe cómo van a ser los finales. Los hay alegres, tristes, esperados, pausados. Los hay para todos los gustos y eso que nunca llueve a gusto de todos. Sucede con los lunes que son un tipo de principio de final que no suele gustar a casi nadie. Sucede con los lunes que a medida que nos adentramos en ellos vamos construyendo, piedra a piedra, el muro de un túnel que ha quedado obsoleto y debe ser clausurado.

Una vez acaba el lunes sucede que llega el martes y éste, al no ser el primer día de trabajo, resulta menos pesado: ya no duelen las rodillas al agacharse a coger las piedras ni quema la piel bajo el sol.

Sucede, por otra parte, que cabe la ilusoria posibilidad de que nunca llegue el lunes. Tal vez podríamos prolongar un poco el día y posponer indefinidamente ese comienzo del final que nos espera ansioso en la siguiente hoja de la agenda.

Pero seamos realistas. Cuando me vaya a dormir el lunes estará todavía más cerca que ahora. El principio del fin. 
Tal vez sea un lunes de noticias en buzones, como las que recibió la mujer:

«He perdido el camino, hoy no llego a cenar»