lunes, 19 de mayo de 2014

Nuevos términos

Hoy he hecho una tortilla de patata con cebolla y cortándola, entre lágrimas, me he acordado de ti. Te queda el consuelo de que no siempre eres la causa: a veces puedes ser la consecuencia. Incluso a veces sabes ser la coincidencia, conectado al skype en un mes de calor o en la puerta del Posturas una noche de lluvia.

Yo no suelo echarle cebolla a la tortilla de patata: eso no ha cambiado. La prefiero así, tú lo sabes. Pero también sabes lo que pasa cuando llegan invitados se hace cualquier cosa al ponerles un plato en la mesa y una sonrisa en la cara.

Lo peor de la tortilla de patata con cebolla es que ya no puedo usar ese aceite para otra cosa y los dos sabemos lo útiles que son los segundos usos o las segundas oportunidades, llámalo como quieras.

Cuando le daba la vuelta, mis muñecas recordaban la fuerza que tú aplicabas en ellas y la echaban de menos ahora que ellas debían, a pulso, mantenerse erguidas.

Tal vez yo también deba mantenerme recta ahora y callar aquí. Pero mientras me peleaba con el nudo del delantal solo podía pensar en el ojalá que me gustaría poder decirte.

Yo te creí mucho más de medio segundo y en esa inocencia infundada dejé pasar meses y casi años. Ojalá medio segundo hubiese sido suficiente y me hubiese bastado así pero aún ahora despierto confusa muchas mañanas y miro con esperanza la pizarra de detrás de la puerta buscando letras sueltas de trazos borrados cuando solo encuentro la frase tan horrible que escribí para mentalizarme de que ya no soy esa pija  que tanta gracia te hacía.

«Se trata de romper y construir en nuevos términos»

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ahora mismo, hay un montón de ojalás en mi cabeza, y un montón de lágrimas en la cara. Pero, sobre todo, lo que hay es un enorme POR QUÉ instalado en mi cabeza. Echarte de menos ya parece un ejercicio de normalidad, y no entender nada, otro parecido.
Te seguiré buscando en esquinas, a Tus gafas, a tu pelo. Seguiré imaginando pizarras escritas, fotos, recuerdos que no existirán en meses, casi años, en tu mente. Y yo, seguiré de rodillas en tu cama, esperando una conversación que no llegará nunca porque ya no volverás a mirarme a los ojos.
Ariadna, sálvame, las hojas del otoño están llegándome al cuello.
Anónimo.