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martes, 1 de abril de 2014

El sueño.

Sé que ya no estás porque el sol me pega en la cara y me ciega. Me ciega y los ojos me arden y lloran y yo te busco a ciegas. Te busco a ciegas y no te encuentro; te grito y no contestas, o contestas en susurros pidiendo calma. Pero los susurros se alejan y yo no puedo moverme porque tú me has atado aquí, porque te alejas sin dejarme avanzar hacia ti.  Tú no me buscas y me apartas, pero tampoco me dejas irme. Solo me acercas y me alejas a tu voluntad, haciéndome maleable, haciéndome débil, dejándome sola. Te busco y te grito que vuelvas y tú entre risas me dices que nunca te has ido, que sigues a mi lado, pero no estás, no estás, te grito y solo te alejas, lloro, suplico y tú no estás, me dejas, te vas sin dejarme ir, dejándome al cuidado de tu recuerdo, echándome las sobras, riéndote, enfadándote, apartándome de ti, haciéndome suplicar, gritando, llorando...

Me despierto entre lágrimas y tampoco estás aquí. Son las tres y no estás. La dormidina juega conmigo como tú y me deja de lado. 

Son las siete y no estás, empieza a salir el sol y debajo de la cama guardo una caja con todas tus cosas. 

viernes, 28 de marzo de 2014

El día que

El día que te eché de menos recordé cómo cocinabas para mí. Cómo echabas sal cuando yo no miraba y cómo subías y bajabas continuamente el fuego, intentando encontrar ese punto medio para el que no tenías paciencia. Te recordé y vinieron a mí sábanas cambiadas entre dos, sábados de sofá compartido, mantas pequeñas para cuerpos grandes, cuerpos juntos. Eché de menos tus manos y tus mejillas rojas por el frío, tu pelo limpio, tu nariz. Cómo escuchaba historias de tus amigos, de viajes, de adioses. Eché de menos que te abrieses y dijeses con cuidado lo que no quería, pero necesitaba oír. Eché de menos tu cuidado, sobre todo. Tu mimo, tus brazos largos, tus hombros suaves, el vello de tu nuca. Los zapatos que me hacían tropezar. Eché de menos rosas, amigos, risas, sueños. Las primeras películas, los primeros portales, las escaleras, los ascensores. El miedo bueno del principio, nada del final. Eché de menos tus besos cuando me dolía la tripita, como ahora. Tus manos grandes...