lunes, 28 de julio de 2014

La mujer loca

"Llegó a las inmediaciones del centro de trabajo diez minutos antes de la hora a la que el filólogo terminaba su turno. Pero aún tendría que lavarse un poco y cambiarse de ropa, quizá se entretuviera con algún compañero... Eran cerca de las nueve de la noche cuando Julia se situó en la zona del parquin exterior del centro comercial donde Roberto solía dejar su coche, que localizó enseguida. Dispuesta a darle una sorpresa, se escondió cuatro filas de automóviles situados detrás del suyo, desde donde pudiera verlo llegar sin que él apercibiera de su presencia hasta que él saliera al paso.
Entonces, como le había ocurrido tantas veces a lo largo de la vida, la realidad se comportó de un modo diferente al esperado, pues Roberto se manifestó con una mujer que parecía su mujer y con un niño que parecía su hijo, un conjunto familiar en fin al que Julia vio avanzar desde la puerta del centro comercial empujándose y gastándose bromas y riéndose como si se llevaran bien. Y dice que, claro, se quedó completamente descolocada, allí, detrás del otro coche, a unos siete u ocho metros del de Roberto, en el que se introdujo la familia feliz partiendo enseguida en dirección al mismo sábado por la noche en el que ella se quedaba abandonada. Un sábado noche, para decirlo todo, muy frío, de cuyo cielo caían virutas de nieve que se deshacían al contacto con los automóviles y que en el pelo de Julia, que se había rizado con unas tenazas eléctricas antes de salir, se convertían en gotas de agua que brillaban brevemente antes de desaparecer. «Te voy a matar», dijo entre dientes mientras abandonaba su escondrijo sin saber muy bien si se refería a Roberto o a su mujer, pero sin descartar tampoco al niño. Más tarde, en el metro triste de las postrimetrías del sábado se preguntó, sin hallar respuesta, qué decía de sí misma la frase «te voy a matar». Que soy intransitiva, por ejemplo, respondió la frase desde algún rincón de su cabeza.
(...)
En lugar de matar a Roberto, se acostó con él.
(...)
Millás lanzó una pregunta arriesgada:
- Me dijiste que ibas a matarlo, a Roberto, por lo de que estaba casado y tenía un niño.
- Y lo iba a matar, pero resulta que luego leí una cosa sobre el sentido figurado, que es una desviación del literal. ¿Conoces esa diferencia o te la tengo que explicar, je je, como lo del supletismo?
- El sentido literal y figurado no, sé lo que son.
- ¿Y tú entendiste que lo iba a matar en sentido literal? 
- Bueno, me pareció que lo decías en ese sentido.
- Yo también, je, je, pero luego tropecé con el sentido figurado y pensé que a lo mejor lo había dicho por decir. Vete a saber.
- ¿Y si no hubieras tropezado con esa lección lo habrías matado?
- Si lo decían las palabras...
- ¿Tú haces mucho caso a las palabras?
- Qué remedio, como mi padre a la pintura, solo que la pintura habla más claro, me parece
Millás piensa que desde el punto de vista de sus intereses habría sido mejor que Julia hubiera interpretado el «te voy a matar» en sentido literal" 
 
La mujer loca, Juan José Millás


Claro que el gran error de Julia fue acostarse con Roberto. No solo una vez, cuando todavía podía dudar de sus sentimientos, cuando todavía no sabía si Roberto era filólogo o tenía filología, o simplemente era un pescadero que alardeaba de conocimientos como tantos otros. El gran error de Julia fue acostarse con Roberto una y otra vez, dar ese recodo de sí misma a ese pequeño cabrón casado y con un hijo, con una filología, con una esposa y sobre todo con esa cara tan dura que tenía Roberto, que volvió loca a Julia y que afortunadamente Julia ya casi ha olvidado, fugándose con Serafín.



 
 
 
 

martes, 15 de julio de 2014

el post it

Dónde has ido tan deprisa. Poco tiempo te ha faltado para echar a correr dejando solo una nota. Sí, sé que el post-it siempre pega dos veces. Y aquí estoy ahora, donde tomamos el último café cuando yo parecía enferma y a ti aún te quedaba M en el cuerpo. Hasta estoy celosa de la que después comiese chicles contigo para quitarse ese sabor.  Aquí estoy y tú te has ido, sí, yo te lo pedí, lo sé, y ahora te lloro, te lloro mirando la silla en la que me senté sin saber qué esperar y encontré nada como encuentro ahora y espero, amor, espero que seas tú, te espero...

lunes, 7 de julio de 2014

Es vuestra

El dolor vuelve a ser demasiado y las noticias sobrevienen unas a otras. Cuando consigo olvidar, un amigo o una voz me recuerda qué fuimos aunque no se atreven a decir qué es lo que salió mal. Nadie apunta tan alto. Solo tú sigues trepando y cuando llegas arriba sus pirrnas me empujar a mí noche tras noche. Quizá no temo tanto verte a ti como temo verla a ella. A veces la lengua se desliza sobre la muela que sigue rota y afloran noches de lluvia y cartas y postales y engaños y excusas y cuando menos tú, si no puedo evitarlo. Qué hacer, qué hago. Ya no siento que deba cerrar nada, ya no arranco los puntos de sutura porque la herida ya no es mía.  Es vuestra.