sábado, 9 de julio de 2011

Rojo

—¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color ROJO?
—¿Color ROJO? querrá decir negro.
—No, se puede tener un dia negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días ROJOS son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué.
 Desayuno con diamantes.


Unos zapatos rojos. Tiene que ser precioso tener unos zapatos rojos. Son como muy de película, no?
Zapatos rojos y brillantes, cómodos, desgastados, un poco sucios pero sin resultar asquerosos. Zapatos de confianza, de los que te pondrías para una entrevista de trabajo si pudieses, de los que te pones incluso con aquella que blusa que no es roja pero casi. Zapatos multiusos, ligeros, que caben en el bolso. Zapatos rojos y perfectos que te sentarían siempre bien, aunque engordes 10 kilos los zapatos siempre sientan bien. De esos que te hacen sentirte segura, que te hacen sentirte una chica y no un hongo, que son de la temporada pasada o de hace dos, con el lazo o la hebilla apunto de decir adios para siempre.
Los zapatos que protagonizarían un cortometraje. Zapatos de una chica cualquiera de entre 18 y 20 años de pelo largo e ideas confusas, fumadora de la marca más barata y con las uñas mal pintadas, a veces rojas, a veces de un color absurdamente brillante y que no puede mirarse directamente. 
Unos zapatos para llevar con vestido corto, pantalón largo, falda de tiro alto y con medias tupidas, sin medias ni tiritas en verano. Zapatos y bolso a juego, que dejen entrever cierto aprecio por tí misma más allá de tus uñas mal pintadas y del enredón en el mechón de pelo que no llegas a peinarte.
Zapatos viejos, con experiencia, viajeros. Rojos. A juego con el bolso, la americana, tus labios o el color de las uñas de los pies que no se ven. Rojos. Definitivamente rojos.