domingo, 13 de mayo de 2012

Nada de intrusos en el paraíso.


Je suis le gardien
du sommeil de ses nuits


Desde lo alto del muslo izquierdo me susura un "sigo aquí, no me olvides" que me quita las ganas de vivir y la vida entera, y muero por ti, que je l'aime a mourir. Así, en francés, no en inglés. No soy moderna, soy romántica, de las que llevan un vestido que deja asomar un pequeño error del tamaño de la cabeza de un tornillo y que habla, que me dice "sigo aquí, no me olvides" y que me hace tirarme de la falda y cruzarme de piernas, ahogarlo entre ellas como hice ya tantas veces.
Hay personas que son muchas, y por eso mi cama es grande aunque esté vacía y una almohada paralela a mi llena ese vacío. Y tu sofá, de uno y justo: nada de intrusos en el paraíso. Ancha de corazón, y demasiado, somos ¿fuimos? tres, cuatro, cinco. Innecesarios, maravillosos, justos, simultáneos.
Llevo vestido, precioso, además. De romántica. ¿Lo soy? Hace tiempo que olvidé qué era y qué no. ¿Me lo quitas? No, déjalo. Ahora, despacio. Poco a poco. Ahora si, hay todo el tiempo del mundo.
Y, escapista como sabe ser, como sabe que debe, va desapareciendo poco a poco y el color morado es cada vez más claro, y luego amarillo, y luego desaparece, escapa, huye. Fiel o infiel, qué más da. Incumpliendo su primera promesa ya puesta por escrito, negro sobre blanco, impreso en arial 12 en un martes 13. La primera, las demás. Y eso si, qué más da.

julia.

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