jueves, 18 de octubre de 2012

El día que me corté la rasta.

Es como el final de una película, de una película triste y estúpida. Es ese momento en el que alguien ha hecho algo, ha tomado una decisión, la llevado a cabo una serie de actos que lo han cambiado todo y... ya no hay nada. En la escena saldría una chica (porque yo soy una chica) un poco de perfil (desde la izquierda, por favor, que es el lado bueno) y el sol le daría en la cara. Caería alguna lagrimilla, de las que brillan en las pelis y tal, pero no tendría la cara roja de llorar. Sonreiría. Y cuando alguien le preguntase "Y ahora... ¿Qué vas a hacer?" queriendo preguntar en realidad "Y ahora que te has separado/se ha muerto/estás sola/se ha ido/TODO HA ACABADO y tú estás jodida pero calmada porque ya ha pasado la tormenta... ¿Qué vas a hacer?" ella contestaría "...No lo sé" y sonreiría, le caería una lágrima de esas que brillan y seguiría caminando bajo un cielo muy azul. Y fin. Nos iremos a casa pensando que ha pasado lo peor, que ya está todo en orden, que solo le queda... Nada, no le queda nada, construirse otra vida, que se dice pronto. Pero, eh, que la cara no se le pone roja cuando llora, sus lágrimas brillan al sol y todo parece fantástico y optimista. Pero la justificaríamos, claro. Porque no podía vivir así, no era justo, se tenía que acabar, fue en defensa propia... Lo que sea. Tenía que romper con eso. Tenía que hacerlo. Le sobran los motivos.
Es como... Hacerte la cera tú misma. Duele. Es necesario. Rompes con algo que forma parte de ti. En ese caso, pelos.
En mi caso, una rasta.
Se acabó. Porque hay cosas con las que hay que cortar. Y evolucionar, y esas cosas. Como con las rastas.
¿Y ahora qué hago yo sin mi rasta?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Adios, entonces. En fin. Adios.

Anónimo dijo...

Attention whore

Anónimo dijo...

Imbéciles los que comentan para insultar

Anónimo dijo...

Imbéciles los que comentan para comentar que son imbéciles los que comentan para insultar.