domingo, 20 de mayo de 2012

Maribel y la maravillosa familia.

Más de un año hacía que no me subía a un escenario, que no pensaba en tablas, ni focos, ni bases de maquillaje plástico, ni textos, ni vestuario. Más de un año que dejé atrás al ascensorista, a la novia, a Lady Macbeth.
-¿Nervios?
-No, mala folla.
Sentimientos contradictorios a la hora de subir al escenario. ¿Nervios? Que no, jo, que no son nervios. Que es otra cosa. Que en el escenario todo está perfecto, Marcelino ha encontrado novia y se va a casar, por fin, después de que su mujer, Susana, se ahogase en el lago de lo gorda que estaba; la fábrica va de perlas: las famosas chocolatinas Terrón e hijo; el doctor, una maravilla; la calle de Hortaleza... Todo está en orden ahí arriba.
Desde ahí buscas caras conocidas, te alegras mucho por las que están, ¿como mucho? ¡Muchísimo! ¡Una barbaridad!, pero también te entristeces por las que deberían estar y no están, por las que darías por hecho que iban a estar y te fallan, por las que te gustaría muchísimo, una barbaridad, que estuviesen. Pero haces lo que puedes, lo das todo, y no te cae ni una gota de sudor, apenas patinas con el texto y los zapatos, horribles, no te juegan ninguna mala pasada. Sales del paso, por lo menos.
Y después, ¿qué queda? A mi, unas ganas locas de quedarme en cajas eternamente, una sensación de vacío importante, como siempre que se acaba algo, y una mezcla de alegría, tristeza y nostalgia que solo te deja con ganas de llorar y moquear más.

jul (una actriz traidora)