viernes, 14 de marzo de 2014

Agua.

Me ahogo. No consigo nadar, me ahogo. Me quedo quieta y noto cómo me hundo. No veo nada pero tengo los ojos abiertos. Me escuecen, me arden.

Llego al fondo. Mis pies rozan la arena y las piedras. Pinchan, me arañan, dolor, asco. Hay algo en el fondo. No son algas, nada vivo: plásticos, cuerdas, asco. No son algas. Esto no es el mar. 

Abro la busca, busco aire y solo hay agua. No es salada ni dulce. Ácida. Un poco ácida. Sabe a hierro, a vinagre, me quema. Cuando la tragas sí es dulce en la garganta. Asco, arcadas. Tomo impulso. Muevo los brazos, las piernas instintivamente. Estiro el cuello y creo ver algo de luz. El agua es oscura. Gris, marrón, no sé, oscura. 

Algo me golpea el pie. Sangre, agua granate. Duele como si una aguja muy larga me atravesase todo el pie. Dolor ácido. Vuelvo a tragar agua. Agua ácida, dulce. La basura se mueve a mi alrededor. Plástico, hojas secas, piedras. Me tocan. Trago agua buscando aire.

Me despierto.

Bebo agua sin salir de la cama. Agua insípida ahora, transparente. Las sábanas son rojas y están secas. Me quito la camiseta, las bragas. Me voy a la ducha y el agua, limpia, me empapa. 

Aguanto la respiración.

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