sábado, 24 de marzo de 2012

Balcones.

En un balcón alguien tiende, en otro riegan las plantas. Encima de su cabeza oye el rumor de una conversación en un balcón que no alcanza a ver. Palabras, risas y el chasquido de un mechero. 
Y más abajo, una camiseta larga, calcetines cortos, piernas descubiertas. Una pinza en el pelo y restos del maquillaje de la noche anterior. Fuma apoyada en la barandilla del balcón mientras observa las flores muertas y se pregunta como ella sí sobrevivió al invierno. No como sus plantas, ni su amor, ni la ilusión de las primeras veces. Del primer todo.
Oye como se despierta y recoge su ropa del suelo. Y el ruido de la ventana. Y otro mechero que, luego, vuelve a la mesilla de noche.
Ella, silenciosa, sin decir una palabra, sin los buenos días que ya no son tan buenos, coge las zapatillas que anoche dejó en el comedor. Y huye. Cierra la puerta sin hacer ruido y ya en el rellano se pone las zapatillas. Apura el cigarro llegando al segundo piso. Tira la colilla en el primero. Y cuando llega a la calle, el aire le hiela las piernas, recordándole que, otra vez, no lleva pantalones. Y se encuentra como la dejó él, abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda.


julia

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