sábado, 11 de febrero de 2012

Café.

Báilame el agua. Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto. Sácame de quicio. Hazme sufrir. Ponme a secar como un trapo mojado. Lléname de vida. Líbrame de mi estigma. Llámame tonto. Olvida todo lo que haya podido decirte hasta ahora. No me arrastres,no me asustes. Vete lejos, pero no sueltes mi mano. Empecemos de nuevo. Toca mis ojos. Nota la textura del calor. ¿Por cuánto te vendes? Píllate los dedos y deja que te invite a un café: caliente, claro y sin azúcar... sin aliento.
Báilame el agua

Caliente, claro pero con mucho azúcar. Blanco o moreno, me da igual. Que edulcore la vida. Que edulcore las mañanas y tardes que he pasado delante de una taza de café con leche, sentada en cualquier bar pero siempre al lado de la ventana, donde me dé el sol o me den las luces de las farolas de Zaragoza, que brillan tanto que no dejan ver las estrellas. De tardes o mañanas sola frente al café, con un boli y el cuaderno, escribiendo cosas de esas que nunca verán la luz o haciendo garabatos o escribiendo mi nombre al lado del de algún inocente desafortunado. Que empecé a tomar café por amor. Y todo lo que empieza por amor, acaba bien. Y si acaba mal es que todavía no ha terminado.

julia
 

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