miércoles, 4 de enero de 2012

If you are not nervous and it's not hard, then isn't worth.

Las noches eran horribles en aquella casa. La luz amarilla, más propia de un ascensor que de una sala de estar, creaba sombras horribles, no solo de los objetos, y las proyectaba contra ella.
Su -muy escasa- rutina diaria transcurría con normalidad. Procuraba pasar todo el tiempo posible en compañía o, al menos, fuera de ahí. Pero al llegar la noche, cuando tocaba dejar el bolso, ponerse las zapatillas de estar por casa y cocinar, para uno solo, una cena absurda e hipercalórica que comer embobada frente a la tele, entonces sabía que en una casa tan pequeña no había escapatoria, no había un ricón para ocultarse ni un resquicio de armonía.
Si su vida fuese una novela escrita en tonos grises cada noche bebería whisky carísimo, a pequeños sorbitos, y se quedaría dormida en el sillón hasta que en plena madrugada el dolor de cuello la despertase y le obligase a caminar, aun en ese extraño trance entre borracha y dormida, hasta la cama.
Pero, afortunadamente aunque menos interesante, su vida no era ninguna novela. Tan solo en ocasiones rozaba en cuento de hadas, cuando no precipitaba hacia la categoría de chiste malo o broma macabra, en el peor de los casos. Cambiaba los 46% del whisky por las 500 calorías del chocolate y no tenía ningún gato que le saltase al regazo en mitad de la noche ni los periódicos viejos se amontonaban en el suelo. No leía hasta quedarse dormida porque su cabeza iba ahora más rápida que sus ojos, que saltaban de la impecable times new roman tamaño 12 a los reglones no tan impecables de su vida, sus actos y de sus contraactos. Las noches se prolongaban tanto que juraba ir al día siguiente a la farmacia a por una caja de dormidinas que tomarse puntualmente cada día a as 11.30, pero como toda decisión fruto del insomnio era olvidada hasta la madrugada siguiente, porque todo el mundo lo sabe: nada bueno ocurre a partir de las 2 de la madrugada. Y en sus noches, sus madrugadas, nunca nunca ocurría nada bueno.


A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos. 
JGDB

jul

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