sábado, 28 de junio de 2014

La maldición.

Hay algo que va mal porque noto un dolor aquí abajo, donde se esconde la pena, un dolor que me tira hacia abajo y me hace querer estar agachada, muy quietecita. Sé que algo va mal porque hoy te he soñado con la forma que solías tener antes y no puedo, no quiero pensar la forma que tendrás hoy que es día 28, hoy que tendríamos que estar juntos bajo el pórtico, levantándonos y arrodillándonos al ritmo de los demás. Hoy, amor, mi elefante, quisiera saber dónde te has ocultado todo este tiempo y quisiera que hubieses venido a buscarme. Hoy miro el vestido que sigue colgado en la percha rosa y que quién sabe cuándo tendré la oportunidad o el valor de ponerme, a qué celebración seré invitada que merezca la pena, cuándo llegará el momento de sacar el vestido coral de su funda y de recogerme el pelo, si es que llegará algún día.

He comprobado firmemente, sí, que existe la maldición del vestido. Que el anticipo en la compra pone fin a aquello que esté en marcha como si fuera un mal presagio o un mal augurio o el ojo opaco de un pescado. He comprobado, desde luego, que la frivolidad se extiende cada mañana que paso sola en esta cama e intento volver a dormir aunque sé que si duermo más voy a tener pesadillas y sueño que vuelves y me despierto sin saber qué es verdad y qué es sólo sueño y debo mirar la pizarra de detrás de la puerta para estar segura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La silla a mi lado estaba vacía. La servilleta sin poner. Un hueco enorme en la mesa y en algún sitio en el pecho.