domingo, 2 de febrero de 2014

De mi soporte de cartas o los adioses.

Hoy ha muerto mi soporte de cartas.

La verdad es que llevaba forzándolo demasiado tiempo, rebosaba postales, y al final hoy ha explotado.

Un poco como todos.

Ahí guardaba todas las postales que me envían (y que no están en las paredes). También las compradas, las regaladas y las robadas. Las que eran para mí y postales en blanco. Algunas cartas manuscritas, una mecanografiada. Postales que encontré en mi buzón, otras que pasaron por debajo de la puerta, algunas que encontré en el fondo de un bolso por sorpresa.

Postales que venían en sobre y con remite, otras que venían sin, algunas con sellos del extranjero, un par repetidas. De obras de arte, de ciudades costeras, montajes con gatitos, fotos de peluches, panorámicas de quién sabe qué playa o qué montaña, ciudades de noche, ciudades de día. Postales de cumpleaños y de navidad, pequeñas, grandes, escritas o en blanco, maltrechas, cuidadas, en blanco y negro, a todo color, en relieve.

Postales de París.

Postales con animales.

Postales de Magritte.

Postales de publicidad.

Postales escritas en italiano.

Postales de Madrid.

Postales anónimas.

Postales que desearía no volver a encontrar.

Postales que leería cada noche.

Postales esperadas.

Desesperadas.

Postales que compré

escribí

sellé

y nunca envié.

Postales que vivieron en mi pared

y de ahí pasaron a un cajón

y del cajón a una caja de difícil acceso olvidada en la despensa.

Hoy ha muerto mi soporte de postales y no sé si me alegra o me entristece más.
En parte, porque son recuerdos de vosotros. En parte, porque algunos ya no me recordáis a mí.
Porque todas las postales dicen "hola"
pero ninguna se atreve a decir "adiós".


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