domingo, 17 de noviembre de 2013

El no dormir cuando el otro sí lo hace

Empiezo a distinguir las cosas que se escriben para gustarme
o para enamorarme
de las que se escriben para herirme
o golpearme.
Distingo además lo que haces cuando me piensas bien
de lo que haces cuando me piensas mal.
Cuando me crees buena y virtuosa
y cuando me crees mala e insuficiente.
Y un poco tonta, tal vez.
Cuando tus mentiras no se descubren
y cuando sí.
Si piensas en mí
o piensas en otra
o en otras
o, digamos, en las demás.
Las que sí son hábiles
y buenas
y a las que buscas de madrugada
cuando ellas no te buscan
o te buscan en silencio.

Poco a poco irán tomando forma humana esos sentimientos,
esa búsqueda
pero a la vez se harán humanos los miedos
y las mentiras
y las verdades
y el no dormir cuando el otro sí lo hace.
Pero no distingo todavía entre la
verdad
y la mentira.
Entre lo que es
y lo que parece.
O, peor, lo que parece en mi cabeza.

Y como no distingo todavía entre esa verdad
y la verdad,
elijo 
(pues eso sí lo conozco bien)
tu mentira
pero solo si no conozco nunca la verdad.
Tal vez
lo grave, en realidad, no es que me mientas.
Lo grave es que yo lo sepa.
Y tú no te des cuenta.
Y entonces sí estallaría la Tercera Guerra Mundial.
Con palos y piedras y sangre
y ni rastro de nosotros.