Hace ya tiempo que no me duermo ni me despierto con aquellas ganas de llorar tan ásperas y tan amarillas y me da un poco de miedo, por si vuelven de repente y me pillan desprevenida.
Ya no uso aquel rimmel waterproof y a veces, cuando viajo o cuando sé que voy a verle, me pinto una raya azul celeste muy muy fina, sobre las pestañas, y mis párpados se vuelven mariposas y yo creo que vuelvo a ser una niña en una ciudad nueva.
A veces no le he visto, y la metamorfosis de mis párpados se ha quedado a medidas, derritiéndose la línea casi imperceptible a última hora y desdibujándose contra el dorso de mi mano cuando llego a casa.
Una vez, las manos de alguien en mis hombros consiguieron levantarme del suelo y dejó de dolerme el resto del cuerpo tras una mala caída. Una vez, un moratón en el muslo estuvo hablándome de ti más de una semana cuando ya te habías ido y ahora ya no duele, ni habla, ni me arden las mejillas a las ocho de la tarde.
Siempre he odiado las negativas y la trágica connotación de los noes, pero de vez en cuando me planteo si alguna vez volverá a ser por ti y me asustan todas las respuestas posibles. Pero ahora, ahora mismo, no. Y es trágicamente perfecto.
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1 comentario:
Ojalá yo pueda pintarme algún día la raya azul celeste.
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