martes, 27 de noviembre de 2012

Llevarme puesta o de por qué no hay que regalar libros.

No regales libros. No me regales libros jamás, ni por amor, ni mucho menos sin amor. No regales libros por Navidad, por cumpleaños, por compromiso, por gusto ni por San Jorge. Regala flores. Regálame flores, sólo me harán acordarme de ti unas horas. Cuando regalas un libro, te están leyendo a ti. Eres tú el que duerme en la mesilla, a los pies de la cama, olvidado en una estantería u oculto y polvoriento en una despensa o en un trastero. Cuando regalas un libro, mereces que doblen las esquinas de esa imagen de ti que es el libro, que te doblen a ti y que marquen el pliegue con la uña como un día repasaban con mimo tus facciones. Cuando cometes una imprudencia así, mereces que olviden en un banco o en un bar o en un aeropuerto ese apéndice de tu cuerpo del que decides desprenderte. Cuando estás dispuesto a que te odien en cada página cuando sólo quieran olvidarse de ti, mereces ir en el mismo bolso que la botella de agua mal cerrada el día que tenga que correr para coger el bus y morir ahogado, tú, o tu libro, rodeado de mis cosas.

No regales, no me regales libros, porque será como tenerte eternamente en la estantería, o en la mesilla, o como verte en cada biblioteca. Como leerte en cada página.

No me regales camisetas, porque será como llevarte puesto.

No vuelvas a llevarme puesta, por favor.


2 comentarios:

ketne dijo...

Muy, muy buena entrada, Jul.
No puedo ni quiero decir nada más.
Bravo.

Anónimo dijo...

De esto también escribí yo en 2º de carrera. exactamente lo mismo pero sin lo de la camiseta!
Luismi.