B me pide que escriba un poco cada día nuestra historia de fracasos y que poco a poco la vaya haciendo mía, solo mía, y así toque fondo y, desde el fondo, me impulse a la superficie y pueda nadar hasta la orilla. La caja de zapatos donde guardo esas cartas que nunca te envío no es tan grande como la que guarda los restos que dejaste en esta casa: el cepillo de dientes, tu camiseta, la primera parte de El Quijote. Pero a veces la caja desborda y aflora el recuerdo de tus rizos negros sobre la almohada y la tripa clara y los besos que sabían a enfermad y un sinfín de cosas más.
Este septiembre no volverán las cosas que siempre volvían con el otoño. El frío llegará con las manos en los bolsillos y no habrá guantes que las resguarden del frío. Tristemente, las hojas de los árboles caducos caerán y las de la agenda pasarán intactas, sin escribir en ellas "20h, banco de siempre". La salida de yoga quedará en el olvido junto a Delicias y sus fiestas, y pasarán las horas bajo las sábanas sin pies, ni manos frías, ni espaldas mojadas, ni labios secos, ni hígados enfermos.
Los fantasmas sí volarán lejos y dejarán de dar miedo lejos de la Selva Negra que era tu cabello. Los edificios viejos ya no guardarán secretos en sus baños de la última planta y la ausencia de respuestas, con el otoño, dejará de causar rabia, tristeza, angustia...
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2 comentarios:
A veces no se puede soñar con un buen final.
Sé feliz, Jul.
Gracias. Qué dolor, pero gracias.
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