Qué difícil existir sin nadie en estas tardes que saben a Couldina y a tarta de queso. Qué difícil, porque lo mínimo sería compartirlas un poquito -y no solo la tarta- y dejarse amar para dejarse de mantas de sofá.
Qué difícil es existir sin nadie no solo esta tarde, sino todas las que se le parecen, las que huelen un poco a domingo pero ni siquiera lo son. Son sábados apátridas de dolor de cabeza, mejillas rojas, de libros demasiado lentos que no me sacan de este día.
Qué difícil existir sin nadie cuando el techo se va acercando a ti poco a poco y te oprime el pecho y te hace hipar y parece que te dice "¿pero qué te creías?".
Y realmente no sabes, no. Pero qué difícil es existir así.
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