Eres todas y cada una de mis perforaciones enrojecidas. Eres, también, cada braguita que recojo del suelo.
El charquito de café que se forma en la encimera por las mañanas. Mi dolor de hombros cuando duermo de lado. La tinta del bolígrafo de gel negro que traspasa todas las hojas de mis apuntes. Las líneas que garabateo si me vuelvo débil. El cerrojo de un baño público.
Eres, y tienes suerte, las primeras líneas de los libros que me compro ya de noche en el Corte Inglés. No serás también las últimas, espero.
Cada vez que nos pasa creo que es la primera y juro que será la última. No lo creía. Me has convertido en una experta en negar la evidencia.
Por cierto, se dice, se comenta, que ya no quedan bombones.
Se los comió la tristeza.
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1 comentario:
Nota: A Gonzalivsky le encanta esto.
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