Esta mañana estaba nublado y como Goytisolo me acuerdo de un día luminoso, de sangre, de agujas, de cosas con forma de corazón de las que ya no hay.
Mañana no madrugo. Y cuando desayune, todavía en pijama, con el balcón un poco abierto, pensaré en balcones y terrazas y lluvia, y en café caliente.
No me acostumbro, y los días tienen más horas. Y me da miedo despertarme en mitad de la noche por el dolor del lado derecho contra la almohada, que habla por ti, y es(tá) cada vez más oscuro.
Y hace mucho que llevaba las uñas pintadas de rojo, hasta con timidez, pero no los labios. Y pienso que algo ha salido mal, o peor, si es que se puede.
Me voy a poner los calcetines altos, si es que los encuentro, porque a veces desaparecen; y Lola y Mila van a volver pronto a mi cama de edredón blanco que no abriga demasiado, pero que huele a limpio, a neutro.
Pienso en mañana, en que ojalá sea Helena, que ya lo soy en mi casa y en privado, detrás de las cámaras.
jul
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