Hoy es distinto. Hoy tengo tiempo y ganas. Y necesidad, podría decirse. Hoy me arden las palabras en la yema de los dedos aunque no consiga hilvanar dos proposiciones decentes.
Hoy en teoría de la literatura, con the fucking poet Saldaña, hemos vuelto a un tema que me llama la atención desde hace tiempo.
Cuando escribo (o simplemente cuando pienso en escribir) hay un gran, grandioso porcentaje de realidad, de mi realidad, en mis palabras. Puedo disfrazar nombres, situaciones, sentimientos y finales, pero hay un trasfondo enorme que me recuerda que esa sigue siendo mi historia, que sigo anclada a la realidad. Lo más fácil es pensar que eso es de mal escritor (no con ello intento justificarme). Ya lo decía Goya: si hago un retrato de mi perro, no tengo una obra de arte. Tengo dos perros.
Pero ¿qué te hace pensar que grandes escritores cuya fama nadie cuestionaría no hacen exactamente lo mismo? ¿Qué sabes tú
Nadie. Nada. Porque no lo sabemos. Porque una amiga puede leer cualquiera de mis entradas y decir "ya, claro, qué bonito que es, qué bien escrito, pero no es más que lo que le pasó el sábado". Pero un desconocido podría leerlo y llegar a una conclusión bien distinta, por el mero hecho de no conocerme.
¿Qué que quiero extraer de todo esto? No sé. Pero vuelvo al principio. A una frase que leí hace mucho, muchísimo, a que nadie puede crear de la nada
Tengo ganas de profundizar en el tema. Hoy me siento a fucking disciple of a fucking poet.
2 comentarios:
Tienes mucha razón, todas las cosas no las podemos sacar de la nada siempre tienemos fuentes de inspiración que provienen de las cosas cotidianas.
Un gran abrazo
Sí, yo también reflexiono sobre todas estas cosas que nos dice Saldaña y creo que tienes razón. Es complicado determinar los límites: dónde empieza mi texto y dónde acaba el de los demás.
Y qué bonita la frase de Goya (:
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